Encontrada en 1867 en una excavación en la ciudad alemana de Espira, se estima que la botella de Espira data de alrededor del año 350 d.C. Aunque se mantiene sellada, se cree que el líquido que se aloja en su interior sea vino.
La excavación en la que se encontraba la botella correspondía a una tumba con dos sarcófagos, uno de un hombre y el otro de una mujer. Aunque en el lugar había muchas otras botellas, todas las demás estaban vacías.
Aunque ha habido propuestas para intentar analizar el líquido que se encuentra en su interior, los responsables del museo donde se encuentra temen que el contacto con el aire pueda provocar algún tipo de reacción inesperada.
Podéis leer más sobre el tema en este artículo en DW, donde además se citan a expertos que aseguran que el contenido probablemente se pueda beber, a pesar de que el sabor sería muy diferente al de cualquier otro vino, y aunque la mezcla ya no tenga alcohol.
Foto de portada: Carole Raddato.