[En torno a Darwin]
Sea como fuere,
la provocativa fuerza,
la libertad
que manejábamos a nuestro antojo
para chillar, formar parejas,
y aun para dejarnos crucificar
como víctimas expiatorias,
ya carece de objeto,
y sobre las demás especies,
sobre nuestras narices aplastadas,
las duras garras,
los pies prensiles,
con gran honor elevamos
al que nos destrona y sucede,
amo comprensivo, guardián astuto
ayudado con fuego, insultos, grilletes,
a que nuestra naturaleza de bestias
relativamente salvajes y crueles
relativamente adaptables y sensibles,
pierda la desconfianza, perciba
cómo podemos mejorar y evitar
que las diferencias se agranden
si pese a no construir nidos,
no ser industriosos,
no poseer un vocabulario que nombre
las furias celestiales
y las variedades terrenas,
captamos
la apasionada vocación humana
por intercambios y ofrendas,
y algo
de su arte revelador de armonías,
algo de lo que en sus mitos
signifique afecto.
Y qué más promisorio
que esta jaula, este ensayo
de imitación y acercamiento
sepultando la mascarada de la selva;
lo aceptamos
tras haber venido de tan lejos
a esperar la fatal vejez del hombre
y que de sus grandes sueños caigan
las generosidades y arrogancias,
ay, todo nuestro tiempo
destinado
a que antes de extinguirse
ese refinamiento moribundo
nos reconozca,
nos mire como en un espejo.