Las conclusiones muestran que las féminas también resisten mejor en estas horribles condiciones y destapan un hecho sorprendente.  / coombesy (PIXABAY)
Fecha
Autor
Nuño Domínguez

Las mujeres viven más que los hombres hasta en las condiciones más extremas

Las féminas de corta edad resisten mejor que los varones en momentos de hambrunas, epidemias o esclavitud, aunque no está claro por qué.

Jean Calment es la persona más longeva de la que hay constancia. Nació en 1875, conoció a Van Gogh, montó en bicicleta y fumó casi toda su vida. Cuando murió en 1997, a los 122 años, se barajó que la siguiente persona viva de más edad era Lucy Askew, británica de 104 años. Su sexo no es casualidad. Entre los que alcanzan el siglo de edad, hay cuatro mujeres por cada hombre. Esta superioridad en la esperanza de vida se mantiene en cualquier punto del planeta. Ellas suelen vivir varios años más que ellos, no está claro por qué.

Ahora, un estudio ha analizado la tasa de mortalidad en grupos sometidos a hambrunas, epidemias y esclavitud. Sus conclusiones muestran que las féminas también resisten mejor en estas horribles condiciones y destapan un hecho sorprendente. La mayor parte de la ventaja entre ellos y ellas aparece en el primer año de vida.

La mayor mortalidad registrada en la historia se dio en Liberia entre 1820 y 1843. El Gobierno de EE.UU. animó a los esclavos liberados a que se marchasen a una nueva patria en África. A muchos solo les esperaba la muerte. El 43% de los emigrados falleció al año de llegar, probablemente debido a enfermedades infecciosas. En esos años, la esperanza de vida de un niño nacido en Liberia era de 1,68 años y la de una niña, de 2,23, según el estudio, publicado en la revista de la Academia Nacional de Ciencias de EE.UU.

El trabajo analiza también las defunciones entre esclavos en la isla caribeña de Trinidad (Trinidad y Tobago) a principios del siglo XIX, durante hambrunas en Ucrania en 1933, Suecia entre 1772 y 1773 e Irlanda entre 1845 y 1849, y dos epidemias de sarampión en Islandia en 1846 y 1882. Solo se contemplan casos en los que la esperanza de vida de uno o los dos sexos bajó de los 20 años. "Solo hemos encontrado casos documentados del pasado porque, afortunadamente, en la actualidad es muy improbable que, incluso en las peores crisis, la esperanza de vida sea de 20 años o menos", explica Virginia Zarulli, investigadora del Centro Max Planck de Odense (Dinamarca) y primera autora del estudio.

En casi todos los casos analizados las mujeres vivieron más que los hombres. La ventaja va del medio año más de vida en el peor de los casos (Liberia) a 3,7 años más en el mejor (Irlanda). La única excepción se da entre los esclavos de Trinidad, algo que Zarulli y su equipo atribuyen a que los hombres eran considerados más valiosos para trabajar en el campo y por tanto se les cuidaba más. La mayoría de la ventaja en supervivencia de las mujeres sobre los hombres se da durante el primer año de vida, después del cual las diferencias entre sexos se atenúan. En Liberia, Trinidad, Islandia e Irlanda ese desequilibrio en la mortalidad infantil explica hasta el 50% de toda la divergencia. En catástrofes más recientes, como la hambruna que siguió a la II Guerra Mundial en Holanda y otras registradas en Asia, se observa una ventaja similar.

"En condiciones normales, la mortalidad de niños tiende a ser mayor que la de las niñas, por eso la proporción natural es de unos 107 niños nacidos por cada 100 niñas", explica Zarulli. "La enorme diferencia que hemos encontrado en favor de las féminas durante las crisis es muy sorprendente. Lo que se sabe de las épocas estudiadas es que, si había un trato preferencial por sexos, los machos eran los beneficiarios, por lo que es incluso más reseñable que a pesar de una posible discriminación las niñas sobrevivan más", argumenta.

Los autores creen que esta superioridad tiene una explicación biológica. En condiciones de vida similares, las féminas siempre viven más, como han demostrado varios estudios, incluido uno entre monjes y monjas de clausura en Bavaria (Alemania), estas con una ventaja de hasta un año de vida más. Entre la mayoría de mamíferos, incluidos los primates, tanto salvajes como en cautividad, las hembras también viven significativamente más tiempo. Las hormonas sexuales pueden ser parte de la explicación, señala el estudio. Los estrógenos femeninos son antiinflamatorios y protegen el sistema circulatorio, mientras la testosterona está asociada a una mayor mortalidad por algunas enfermedades. Los estrógenos fortalecen el sistema inmune, mientras la testosterona y la progesterona parecen hacer lo contrario. La incidencia de infecciones es menor entre mujeres que hombres (la mayoría de las muertes en las poblaciones analizadas pueden achacarse a la disentería, la inanición y la diarrea). Junto a estos factores biológicos hay otros sociales que han venido ayudando al sexo femenino, como que ellas fuman, beben y se drogan menos, conducen de forma menos temeraria, cuidan más su alimentación y tienen menos comportamientos arriesgados.

"El hecho de que entre bebés, cuando las diferencias de comportamiento son mínimas, las niñas sobreviviesen mucho más parece apuntar que la ventaja femenina tiene unas raíces biológicas bien asentadas", opina Zarulli. "A riesgo de simplificar demasiado, podemos ver fácilmente cómo, para sobrevivir, una tribu imaginaria necesita solo unos cuántos hombres, pero muchas más mujeres. Un solo hombre puede tener muchos hijos, pero el número de bebés que puede criar una mujer es limitado", señala.

Si se hubieran tenido en cuenta no sólo los nacimientos, sino las concepciones, algo complicado de encontrar en los registros, la superioridad femenina sería incluso mayor, pues "por cada 100 hembras se conciben unos 160 varones", explica Diego Ramiro, demógrafo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). "Este trabajo viene a demostrar que las mujeres son el sexo fuerte, aunque debido a que viven más también sufren más achaques", añade.

Los dos investigadores que han dirigido la investigación, Kaare Christensen, de la Universidad del Sur de Dinamarca, y James Vaupel, fundador del Centro Max Planck de Investigación Demográfica en Rostock (Alemania), llevan años estudiando los fundamentos biológicos del envejecimiento y los límites de longevidad humana. Según Vaupel no hay límite de edad establecido para nuestra especie -una declaración discutida por otros expertos- y es de esperar que se sigan ganando 10 años de esperanza de vida cada 40 años. Si esto es cierto, es de esperar que las mujeres seguirán llevando ventaja durante mucho tiempo.

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