Algunas son freelances, trabajan en una gran multinacional o han fundado su propia startup. / StartupStockPhotos  (PIXABAY)
Fecha
Fuente
El Confidencial
Autor
José Manuel Blanco

Las mujeres desconocidas que mueven los hilos de la tecnología en España

Dirigen su propia empresa o forman parte del ecosistema de Google o Microsoft. Todo ello en un mundo muy masculino. Ahora cuentan su experiencia para empoderar a las más jóvenes.

Algunas son freelances, trabajan en una gran multinacional o han fundado su propia startup. Otras siguen estudiando o se dedican a la investigación para mejorar nuestro mundo gracias a la tecnología. Son, en concreto, 23 mujeres que se han unido para contar en el libro Women in Tech cómo han llegado a su actual situación y animar a otras mujeres a que se adentren y tomen posiciones en un sector tan masculino. Ya han publicado algunas de sus historias y han recibido respuestas de otras muchas compañeras que también querían contar la suya o aportar su granito de arena de algún modo.

Paola García y Nerea Luis son las cabezas visibles de este proyecto. García es ingeniera y ha fundado Chefly, una startup de catering y chefs ubicada en Campus Madrid, el espacio para emprendedores de Google en la capital. Se crió en un entorno de igualdad en el que, según cuenta a Teknautas, "nunca había algo raro o distinto que no podía hacer". Además, su padre y su hermano son ingenieros. El progenitor, que trabajaba como profesor de electrónica en FP, preparaba los ejercicios de programación en casa con el videojuego 'Pong'.

"Él, sentado en el salón, con el teclado en las las piernas, tecleaba algo, lo salvaba, y el comportamiento del juego cambiaba", escribe. "Ver la tecnología de una manera tan práctica y natural creo que marcó la diferencia para mí", añade. "Cierto es que había menos chicas en clase, pero nunca lo vi como algo extraño. No era consciente de que ser mujer ingeniera era algo distinto. Yo lo había aprendido desde niña de manera muy natural". Trabajó en empresas como Telefónica y luego en Irlanda. Tras ello, volvió y se dedicó a montar Chefly.

Nerea Luis, por su parte, está haciendo un doctorado en inteligencia artificial en la Universidad Carlos III de Madrid tras graduarse allí en Ingeniería Informática. Ya con 10 años creó su primera comunidad en internet, aprendiendo por sí sola a través de tutoriales: era para unir a los fans del anime 'Sailor Moon'. En la carrera, ha trabajado mucho por la visibilización de las mujeres en la ciencia y la tecnología: gestiona una 'newsletter' sobre becas y concursos; fue jurado en Wisibilízalas, un proyecto para escribir páginas de Wikipedia de mujeres científicas, y este año tutorizará a niñas en el evento Techonovation para que creen una 'app' sobre una idea propia. "Todo es absolutamente genial y gratificante", cuenta a Teknautas. "Obtienes un retorno indescriptible de personas a las que has inspirado, chicas que ahora se sienten capaces de dar el paso y estudiar ingeniería".

Ambas participaron, junto a una treintena de mujeres, en el Women Techmakers Madrid 2017, en el que les regalaron a cada una por participar un libro sobre figuras femeninas históricas del mundo de la ciencia: Hipatia, Marie Curie, Ada Lovelace... "Me encantó el libro, pero pensé: '¿Por qué no hacemos uno con mujeres actuales?'", rememora García.

En ello influyó lo que le había pasado durante una mesa de mujeres en tecnología del T3chFest, un evento tecnológico organizado por estudiantes de la Universidad Carlos III de Madrid, entre los que se encontraba la propia Luis, que lo fundó con otros compañeros hace 6 años. Al final de la charla una de las estudiantes se le acercó y le agradeció que hubiera contado su experiencia, porque así sabía que había mujeres que habían llegado a donde ella quería llegar en el futuro. "Necesitamos referentes actuales, de personas de carne y hueso, normales, que puedan contar cómo ha sido su camino en el mundo de la tecnología", resume la ingeniera.

Paola acudió a esa treintena de mujeres que participaron en el evento. De ellas, 23 contestaron para participar en el libro. La idea era que en unas 750 palabras contaran cómo habían llegado hasta donde se encontraban "y sobre todo cómo nos hemos sentido, para que mujeres que están empezando puedan sentirse identificadas". Las historias se cuentan en primera persona y se ha querido resaltar la parte emocional de cada una, "de por qué lo has elegido, de cómo te hace sentir trabajar o no en esto. Esa parte emotiva, yo creo, es la que marca la diferencia". Ya hay tres historias disponibles a través de su página web. El resto, con el libro completo, lo estarán a lo largo del primer semestre del año, cuando se celebren grandes eventos tecnológicos.

Cuando publicaron las tres primeras, hace unas semanas, las promocionaron en redes sociales y recibieron un 'feedback' muy positivo. "Nos empezaron a escribir mujeres, que cómo podían colaborar", recuerda Luis. Generando esa confianza para contar su propia historia, creen que pueden crear un movimiento de visibilidad de la mujer en la tecnología. También les han escrito hombres que han visto algunos comportamientos de los descritos en sus empresas y afirman haber levantado la voz contra ellos. "En el mundo tecnológico todos tenemos que remar en la misma dirección", concluye García.

LA FUERZA DE VOLUNTAD QUE NO FLAQUEA

La variedad de perfiles es una de las claves del libro. Hay estudiantes, fundadoras o CEO de empresas y mujeres que trabajan en grandes tecnológicas: Alma Castillo en Google, Laura Lacarra para Telefónica o Gisela Torres en Microsoft. Incluso, "gente que se ha reciclado", explica Luis, que viene de otras áreas y se han enfocado al sector tecnológico.

Entre las historias que más impactaron a Luis y García está la de Marta Lobo. Con 21 años y estudiante de ADE e Ingeniería Informática, la Navidad del primer curso de carrera la pasó en el hospital con un cavernoma (una malformación vascular) en el tronco cerebral, como la que sufrió el ciclista Alberto Contador.

"Mientras no explote, ya sea por estrés o por el destino, no hay problema, pero si lo hace, se desata una lotería de síntomas y secuelas, que por suerte a mí no me han quedado", explica la propia Lobo a Teknautas. Ella siempre se había exigido mucho a sí misma y tras el paso por el hospital cambió sus pensamientos, se relajó y consiguió aprobar el cuatrimestre en la convocatoria extraordinaria. Ahora ve la vida a otro ritmo, sigue con su formación y participa en eventos y organizaciones de empoderamiento de mujeres en el sector tecnológico.

La historia de Lobo no es sobre trabajar en grandes empresas o fundar tu propio negocio, porque todavía está estudiando, pero cree que puede ayudar de otra manera. Porque además, ella siempre se había sentido "un poco bicho raro" y, aunque en su familia encontró el apoyo para perseguir sus sueños, "ojalá hubiera contado con algún apoyo más en mi entorno, alguien que entendiera por lo que pasaba". Por eso decidió escribir su historia, "por si hubiera más chicas que pudieran sentirse identificadas, que sepan que, con confianza y determinación, lo que piensen los demás no importa mientras te sientas segura de ti misma y creas en ti y en tu potencial. El síndrome del impostor es una de las 'enfermedades' que más afectan a las mujeres, y tenemos que empezar a paliar esta epidemia".

También forma parte del libro Inés Huertas, la cofundadora de la empresa de servicios de 'big data' y analítica Datatons. "En mi historia he querido reflejar principalmente dos cosas: no importa si te equivocas, y confiando en ti misma puedes lograr todo lo que te propongas", dice a Teknautas. De pequeña no tenía mucho interés por la tecnología; de hecho, comenzó el Bachillerato de Humanidades, pero se dio cuenta de que no era lo suyo y se cambió al científico. "Muchos profesores intentaron persuadirme, ya que había aprobado el curso, y tuve que dar explicaciones. Algunos dicen que perdí un año, yo aprendí a creer en mí misma", rememora. Se matriculó en Telecomunicaciones en la Carlos III y comenzó a trabajar como becaria en el departamento de Telemática.

Después de la carrera se formó como 'data scientist'. A finales de 2014 comenzó junto a dos de sus mejores amigos Datatons, una aventura para la que no contaba con conocimiento empresarial alguno. Con Datatons ha llegado al Datanauts, un programa de datos de la NASA. "Leyendo muchas de las historias puedo verme perfectamente reflejada en algunas, en esos momento de duda, de falta de confianza y te alegra ver como a ellas también les ha ido bien enfrentándose a parte de esos miedos", resume Huertas.

Laia Subirats (1985) es otra de las participantes. Desde los 16 años sabía que quería estudiar Telecomunicaciones: su trabajo final de Bachillerato fue un programa en Visual Basic en el que recreaba el Sistema Solar. Cuando llegó a la carrera le dio miedo que hubiese una proporción tan alta de chicos, pues siempre se había relacionado más con mujeres, "pero sentía que debía ser valiente y estudiar lo que me apasionaba", escribe en su texto.

Trabajó en varias empresas como becaria y también en el CERN, donde compartió un búnker nuclear con 30 personas de su edad y de varios países. Subirats sentía que con la tecnología podía ayudar en muchos campos y se doctoró en inteligencia artificial, especializándose en discapacidades neurológicas. Tras ello, está dando clases en la Universitat Oberta de Catalunya y trabajando en Eurecat, un centro tecnológico en el que investiga sobre la diabetes.

"LOS EQUIPOS DIVERSOS FUNCIONAN MEJOR"

Luis explica que la presencia de mujeres en las ingenierías "va un poco por rachas". Carreras más cercanas al sector audiovisual o a la salud, como las relacionadas con imagen y sonido o biomedicina, atraen mucho más. Por su experiencia dando clase, ve cómo todavía hay pocas alumnas en Ingeniería Informática, pero las que hay se matriculan en grupos bilingües: "Las que entran son bastante buenas, lo tienen bastante claro y al final se van a los grupos que son más fuertes académicamente".

"Todo el mundo lo tiene claro (en Silicon Valley lo tienen muy claro), que desde el punto de vista económico los equipos diversos funcionan mejor. Con diverso no es solo mujeres, sino raza o diferentes formas de pensar", apunta García. "Pero todavía no se sabe cómo conseguir eso". Hay que trabajar la inclusión y la retención, "cómo hacemos que estas mujeres puedan aportar todo su potencial sin tener que masculinizar su comportamiento, que es lo que está pasando muchas veces en estos ámbitos tecnológicos: tienes que adaptarte a lo que hay y moverte como puedes porque así está establecido".

Para ello "hay que empoderar a las mujeres", para que aporten otras visiones, que denuncien aquello con lo que se encuentran y no están de acuerdo, "que lo digan". "Cuantas más seamos las que lo digamos, las que vayan subiendo a puestos de dirección y vayan viendo las cosas de otra manera, mejor para todos, porque al final ganamos todos".

En el final de su texto, García, como coordinadora, recomienda a los lectores varones que tienen "una hija, una hermana, una prima, una vecina a la que le gusta la tecnología" que hablen con ellas y compartan sus intereses. "Yo estoy segura por mi experiencia que esto de que haya menos mujeres en tecnología es algo cultural", sentencia. "Una simple frase en el camino puede cambiarlo todo".

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