José Celestino Mutis, médico y expedicionario por tierras de la Nueva Granada de finales de la Ilustración, se nos presenta como un prócer de la libertad y de las difusión de las nuevas teorías científicas en territorio americano; un oráculo del Virreinato, cuya biografía trascurre entre la Historia Natural y el Comercio, y para quien las esferas de los intereses públicos y privados parecen entremezclarse con ánimo de conseguir un único y voluntarioso objetivo: iluminar, con la luz de la Ciencia, las tinieblas de los Trópicos: las doctrinas de Linné y Newton llegaron con él a la Nueva Granada; a cambio, no pocos cargamentos de quina y de plata y una soberbia representación iconográfica de la rica Naturaleza americana alcanzaron Europa tras pasar por sus manos
José Celestino Mutis, médico y expedicionario por tierras de la Nueva Granada de finales de la Ilustración, se nos presenta como un prócer de la libertad y de las difusión de las nuevas teorías científicas en territorio americano; un oráculo del Virreinato, cuya biografía trascurre entre la Historia Natural y el Comercio, y para quien las esferas de los intereses públicos y privados parecen entremezclarse con ánimo de conseguir un único y voluntarioso objetivo: iluminar, con la luz de la Ciencia, las tinieblas de los Trópicos: las doctrinas de Linné y Newton llegaron con él a la Nueva Granada; a cambio, no pocos cargamentos de quina y de plata y una soberbia representación iconográfica de la rica Naturaleza americana alcanzaron Europa tras pasar por sus manos.
José Celestino Mutis, Dibujo
José Celestino Mutis nació el 6 de abril de 1732 en un Cádiz de floreciente comercio. Sus primeros años trascurrieron entre los libros de la tienda de su padre y en un ambiente familiar fuertemente femenino y devoto. Inició su formación bajo la férula de los jesuitas, luego dirigió sus pasos hacia el Colegio de Cirugía que Pedro Virgili había fundado en Cádiz; en él sería admitido en noviembre de 1749; pese a sus pretensiones, no pudo acceder al título de Cirujano de la Armada, sus continuas licencias por enfermedad le obligaron a abandonar el Colegio en febrero de 1752. Sí pudo completar los estudios de la Licenciatura en Medicina en la más permisiva Universidad de Sevilla; iniciados en el otoño de 1750, logro el título en mayo de 1753, revalidado, en abril de 1757, tras dos años de práctica profesional en el Hospital Real de la Marina de Cádiz.
En el verano de 1757 se trasladó a Madrid. Tras formalizar ante el Real Tribunal del Protomedicato su título de médico, aceptó una sustitución interina en el Hospital General de Madrid para ocuparse de la enseñanza de la Anatomía. Enla Corte permanecerá por espacio de tres años; en ella recibió una férrea formación en la Botánica linneana impartida por Miguel Barnades y asistió a algunas tertulias, entre ellas a la de la ‘Sociedad Médica de la Real Hermandad de María Santísima de la Esperanza de Madrid’.
Pero su mundo no estaba en los hospitales, en las tertulias ni en los cafés políticos de la Corte. En los inicios del verano de 1760 inicia su tornaviaje a Cádiz; no busca la tranquilidad y estabilidad que su oficio pudiera proporcionarle en tierras andaluzas; todo lo contrario, ha logrado acomodo en el cortejo que acompaña a Pedro Messía de la Zerda, recién nombrado Virrey de Nueva Granada.
En la madrugada del 7 de septiembre de 1760 zarpa, desde el puerto de su Cádiz natal, en el barco de guerra La Castilla; casi dos meses después, el 29 de octubre, atracará en Cartagena de Indias. América se desplegaba ante sus pies; allí constató la dureza del sol tropical, la incomodidad de las continuas lluvias y la agresividad de los mosquitos, pero también disfrutó de la belleza de una exuberante naturaleza, insólita a sus ojos, que cautivaría sus retinas.
En los últimos días del febrero de 1761, la comitiva virreinal, de la que Mutis formaba parte, alcanzó Santa Fe, la capital de Nueva Granada; durante sus primeros meses de su estancia en la capital virreinal, la actividad de Mutis queda constreñida a su trabajo médico; pese a sus ocupaciones profesionales, a la dureza del clima y a las limitaciones derivadas de su propio estado de salud, anota metódicamente sus observaciones en un Diario… iniciado desde su partida de Madrid. Se obliga aún más a ello desde que, a comienzos de julio de 1761, recibe carta de Carl Linné en la que, además de agradecerle un prometido envío de colecciones americanas, se interesa por la descripción y costumbres de las hormigas de este Continente. El contracto entre Linné y Mutis se inició a través de los discípulos del naturalista sueco, Clas Alströmer y Frédéric Logié, a quienes Mutis conoció en el puerto de Cádiz, cuando se disponía a partir a Nueva Granada.
Óleo José Celestino Mutis
No sólo las hormigas, nada del mundo natural será ajeno a la observación de Mutis: desde la medicina popular a los venenos animales, desde las propiedades medicinales de las plantas a la utilización de las aguas, desde la explotación minera a las lenguas vernáculas. Será esta tarea, la descripción del mundo natural, la que auto-justifique su presencia en tierras americanas; no obstante el ejercicio de la profesión médica, las atenciones a la propia corte virreinal y las enseñanzas de Matemáticas en el Colegio del Rosario, cuya cátedra de matemáticas ocupó desde marzo de 1762, habrían de ocuparle un tiempo que, a todo trance, intentó liberar solicitando la protección y el apoyo de la Corona española para dirigir una Expedición botánica, al modo de la emprendida por Francisco Hernández (1517-1587) durante el reinado de Felipe II, o la más reciente de Pehr Löfling (1729-1756).
Un plan atrevido y sabio, henchidamente patriótico, considerado por él como “el principal objeto de mi viaje”, descrito en sendos memoriales remitidos a la Corte de Carlos III, fechados en mayo de 1763 y junio de 1764, ambos de similar contenido, en los que plasma sus deseos de elaborar una completa Historia Natural de toda la América hispana. Sus memoriales no tuvieran respuesta oficial; mas el silencio burocrático no habría de amilanarle; celoso siempre de sus activos financieros, cuyos pormenorizados ‘apuntamientos gananciales’ han llegado hasta nosotros, encontró, en el verano de 1765, un medio de aumentar su capital, y proseguir su actividad investigadora fuera de los límites santafereños; en unión de otros comerciantes instalados en Santa Fe fundó una sociedad privada destinada a la explotación de las minas de plata de La Montuosa, en territorio de Cácota de Suratá, en la provincia de Nueva Pamplona.
En los primeros días de septiembre de 1766 José Celestino Mutis abandona sus empleos en Santa Fe y toma dirección hacia el Real de la Montuosa Baja, en donde habría de ejercer como administrador de la nueva sociedad durante cuatro años; en mayo de 1770 volvería a la capital virreinal, retomando su consulta médica y la actividad académica en el Colegio de Nuestra Señora del Rosario; desde su cátedra argumentaría a favor de los principios de la filosofía newtoniana, en una actitud que va más allá de los intentos de conciliación entre Aristóteles y Copérnico defendidos por algunos jesuitas de las Universidades Gregoriana de Quito y Javeriana de Santa Fe; tan férrea defensa de los nuevos planteamientos científicos habría de ocasionarle una agria controversia con los sectores más conservadores de la intelectualidad novo-granadina, los dominicos en particular.
Mutisa clematis. Témpera
El retorno a la metrópoli del virrey Messia de la Cerda le llevó a tomar, avanzado el año de 1772, dos decisiones importantes: permanecer en Nueva Granada y recibir el estado eclesiástico, una determinación que debió ser largamente meditada pues tenía concedida autorización para ello desde 1764. Este año de 1772 fue de especial importancia en el acontecer biográfico de nuestro protagonista, a las decisiones ya comentadas se unió un hecho trascendental: el descubrimiento de quinos en el Monte de Tena; volvería a localizar quinos en su camino hacia Honda, donde se dirigió, en abril de 1773, para saludar al nuevo virrey, Manuel de Guirior; pero habría de pasar una decena de años, y producirse un cambio en la cúpula virreinal, para que José Celestino Mutis retomara sus primitivos intereses en la explotación de este recurso natural. Antes, entre 1772 y 1782, Mutis vivió en el Real de Nuestra Señora del Rosario, en Ibagué, nuevamente ocupado del negocio minero.
En 1782 Mutis vuelve a trasladar su residencia a Santa Fe, convertido en asesor personal del nuevo Virrey, el arzobispo Antonio Caballero y Góngora. En marzo de 1783, es el propio Virrey quien solicita de Mutis una actualización del proyecto expedicionario presentado ante la Corte veinte años antes; los motivos parecen fundados: el emperador José I había solicitado permiso a la Corte española para que cuatro viajeros alemanes pudieran trasladarse a América; el Virrey se adelantó al plácet de la metrópoli, proponiendo la organización de la Expedición Botánica que, durante tantos años, había soñado José Celestino Mutis.
La anisada Expedición botánica por el Nuevo Reino de Granada se inicia, oficialmente, el 23 de abril de 1783. La resolución regia, remitida desde la Corte metropolitana, no sería expedida hasta el 1 de noviembre de éste 1783; entonces se le asignarán dos mil doblones para saldar sus deudas y dos mil pesos como sueldo correspondiente a su condición de astrónomo y primer botánico de la Real Expedición.
Es mucha la información que, durante los ya veinte años de estancia en el territorio novo-granadino, el médico gaditano ha ido acumulando; pero estos trabajos ocuparon siempre un lugar secundario en su actividad profesional, no en su pensamiento; desde estos últimos días de abril de 1783, la observación y el estudio del medio natural constituirá su ocupación principal. El proyecto expedicionario permitirá, además, el adiestramiento, en distintos momentos y con distintas intensidades, de un grupo de naturalistas, formados a la sombra y bajo la tutela de Mutis, que colaborarán con él en sus trabajos de campo.
El primer destino de la Expedición será La Mesa de Juan Díaz, hacia allí partió, desde Santa Fe, "con la crecida familia de compañeros y criados", el martes 29 de abril de 1783. En el camino, en el Monte Tena, encontraron algunos pies de quinos, cuya localización y estudio constituían una de los principales objetivos de la expedición. Permanecieron en La Mesa de Juan Díaz desde los primeros días de mayo hasta finales de junio de 1783; luego proseguirían viaje hasta Mariquita, una población de excelentes condiciones climáticas, situada en las proximidades del Real de Minas de Santa Ana, en la que la Expedición habría de quedar establecida hasta 1790.
Monumento mármol
A fines de 1790, por decisión de un nuevo Virrey, José de Ezpeleta, Mutis levanta su "casa botánica" de Mariquita para trasladarla, con todos sus enseres, a la capital virreinal; se incorporaría entonces a la Expedición Francisco Antonio Zea y, con él, dos sobrinos del director, José y Sinforoso, y Juan Bautista Aguiar, en su compañía desde meses atrás.
La nueva "Casa de la Flora" reunió a catorce pintores dedicados tanto a la copia del natural como a la realización de los dibujos que habrían de servir para la apertura de las láminas de los grabados cuando la Flora se publicase; en ella tuvieron acomodo un grupo de jóvenes dispuestos a aprender del maestro cuanto éste quiso comunicarles sobre la Historia Natural, algunos de ellos, como Francisco José de Caldas, habrían de tener una trascendente proyección social.
Con los primeros años del XIX se hace más evidente el esfuerzo de Mutis por institucionalizar el desarrollo científico en Nueva Granada; a fines de diciembre de 1801 se celebra, en su propia casa, la primera sesión de la Sociedad Patriótica del Nuevo Reino de Granada; en 1803 se inicia, sufragado con su propio pecunio, la construcción del Observatorio astronómico de Santa Fe; en agosto de 1805 presenta la versión definitiva del plan de estudios de Medicina, vinculados al Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario “desterrando de sus aulas los métodos antiguos de enseñanza peripatético-arábiga”.
Durante estos mismos años, los del comienzo del siglo, la Real Expedición se torna más abierta, siempre bajo la férrea dirección de Mutis. En 1802 se vincula a ella Francisco José de Caldas, sobre quien habrían de reposar los trabajos astronómicos. Este mismo año se incorpora, como voluntario sin sueldo, Jorge Tadeo Lozano, quien tres años después, en 1805, pasará a ser agregado; él quedará comprometido con los trabajos zoológicos. En octubre de 1799 se había reintegrado al programa Sinforoso Mutis, alejado de él desde 1795, y a quien, entre abril de 1803 y agosto de 1808, encontraremos explorando el norte del Virreinato y la isla de Cuba, recogiendo materiales para la Real Expedición y participando en el negocio de la quina. Serán los discípulos de José Celestino Mutis quienes, con la siempre fiel colaboración de Salvador Rizo, habrían de continuar sus trabajos científicos en Nueva Granada.
José Celestino Mutis expiró en la madrugada del 11 de septiembre de 1808; apenas unas horas antes había otorgado su ‘testamento científico’; las cosas de su hacienda podrían esperar, de ellas se ocuparía su fiel mayordomo, Salvador Rizo, a quien había conferido poder para testar a comienzos de julio de éste 1808. Su cuerpo, amortajado con los ornamentos sacerdotales, descansaría en la iglesia del Monasterio de Santa Inés, en la tierra que tanto amó.
Más información:
GONZÁLEZ BUENO, Antonio, 2008. José Celestino Mutis (1732-1808). Naturaleza y Arte en el Nuevo Reyno de Granada: edición conmemorativa del II centenario. Madrid: AECID. ISBN 9788483470695