Un harmatán del alma.
Escocia en su tiniebla.
Una hora que te empuja
por la ciudad leída.
En noche que no es noche,
tan blanca y tan remota,
lentos mosquitos beben
tu sangre en una orilla.
Ríos que para siempre
se glosan bajo puentes.
El desierto, el oasis.
De una isla remota,
arcos de hielo ártico
que te envían su historia,
pájaros, nubes, frío.
Y luego, acaso huella
de la tierra final
que hayas pisado, un mapa
donde con listas uñas,
calca a buril la muerte
tu último rostro feo,
tristísimo:
registro para nadie
del viaje interrumpido.