El genoma del chimpancé

La lista de organismos modelo por excelencia, compuesta fundamentalmente por el gusano C. elegans, la mosca del vinagre y el ratón, así como la levadura de la cerveza, ha venido recibiendo financiación pública y privada desde hace años para proceder a la secuenciación de sus respectivos genomas. El valor que se da a los mismos en el seno de la comunidad científica internacional es tan significativo que incluso para uno de ellos, el del ratón, se ha establecido una carrera similar a la del genoma humano con Celera Genomics liderando de nuevo al sector privado.

Las propuestas de secuenciación, sin embargo, no se limitan a los modelos citados. De un tiempo para esta parte, además de los genomas vegetales, algunos de ellos ya concluidos o en un avanzado estado de secuenciación, han recibido la candidatura del anfioxo, un diminuto organismo con apariencia de filete de anchoa considerado el pariente vivo más próximo al ancestro de los vertebrados, y el de primates no humanos, en especial, macaco, babuino y chimpancé.

Del anfioxo se espera, entre otras cuestiones, que pueda aportar información útil acerca de genes clave en el desarrollo embrionario. No en vano, es a partir de este organismo que se han empezado a caracterizar los genes HOX y paraHOX, presentes en todos los organismos superiores, y de los cuales depende la formación de un individuo en su eje anteroposterior. En la actualidad, existe una propuesta a nivel europeo para proceder a su secuenciación.

De los primates no humanos lo que se espera es bien distinto. Por una parte, existe un claro interés biomédico, puesto que alguno de ellos se utilizan como modelos experimentales y, por otra parte, se sabe que determinadas enfermedades propias de humanos no afectan a otros primates y, en caso de hacerlo, es con una intensidad muy menor.

Pero existe otro interés. Desde que a mediados de la década de los ochenta fuera establecida la distancia genética que separa a humanos de chimpancés y otros primates, la curiosidad por conocer el significado real de unos porcentajes notablemente bajos en relación a las diferencias que ocasionan, no ha hecho más que aumentar. En efecto, la diferencia entre los genomas de un humano y un chimpancé se sitúan entre el 1,2% y el 1,8% en función de los métodos de análisis empleados. El valor estadístico aparenta ser muy bajo si se toma en consideración lo distintos que son los individuos de ambas especies.

Precisamente por ello, los resultados de la comparación de ambos genomas se sitúan mucho más allá de su aplicación en experimentación preclínica. No en vano el chimpancé es nuestro pariente más próximo en la línea evolutiva. Como consecuencia, de su análisis podrían extraerse datos valiosos para la comprensión de los mecanismos empleados por la selección natural a lo largo de la evolución. En definitiva, aportar claves para entender "de dónde venimos" y, sobre todo, qué nos distingue de otras especies, es decir, qué nos hace humanos. Respondiendo a esta pregunta, como apuntan numerosos expertos, también se aportan claves para explicar cómo debe leerse un genoma para que de él salga la información que deseamos saber. En esencia, porqué de una colección de letras surge un organismo determinado y cual es la razón de su mayor o menor complejidad.

Pese al innegable interés de la empresa, muy pocas iniciativas en el mundo están en condiciones de aportar ningún dato significativo. Por el momento, las experiencias se reducen a macacos y babuinos, básicamente por su interés biomédico, con un número muy limitado de experiencias centradas en la secuenciación de porciones específicas de su ADN. En cambio, y pese a la insistencia de investigadores de prestigio, apenas nada se ha hecho para obtener la secuencia del chimpancé.

Curiosamente, quien está tomando la delantera en este terreno es Japón, país que ha decidio entrar con fuerza en el terreno de la investigación genética y molecular. Como se apuntaba recientemente en la revista Science, un amplio consorcio de centros japoneses ha dado un primer paso en esta dirección al generar una amplísima librería genómica que permita establecer las primeras comparaciones con el genoma humano. Este trabajo, del mismo modo, supone una tarea preliminar a la secuenciación del código del primate y, en paralelo, desarrollar una infraestructura de secuenciación en forma de plataformas tecnológicas que, en un futuro próximo, permitirá entrar con garantías en los delicados terrenos de análisis del proteoma o del diseño de nuevos fármacos.

En España, mientras, la secuenciación del genoma del chimpancé o de otros primates no humanos, para los que se requerirían grandes inversiones de dinero, se observa prácticamente desde la curiosidad académica. Los grupos dedicados a genómica comparativa brillan por su ausencia (un censo generoso apenas daría para media docena de grupos), a pesar de que existen buenos equipos de investigadores, algunos con clara proyección internacional, dedicados al estudio de los genes de organismos modelo. Las comparaciones, al menos para España, habrá que dejarlas para el futuro.