La importancia del agua para el desarrollo socio-económico de cualquier sociedad es un hecho admitido que no ofrece discusión. Desde las grandes civilizaciones a los asentamientos rurales, todos se han organizado en torno a este elemento necesario para el desarrollo de la vida. El agua es fundamental en los aspectos sociales, económicos y ambientales de una comunidad.
Garantizar el suministro del agua es tarea de los gobiernos, y las campañas de ahorro en el consumo, especialmente en lugares con déficit hídrico, han calado en la población logrando una respuesta responsable por parte del ciudadano. No obstante, el mayor porcentaje del consumo de agua en nuestro país no está asociado al consumo doméstico sino al agrícola y al industrial, por lo que es lícito preguntarse cual es el impacto real de disminuir el consumo personal. La respuesta no está necesariamente en el ahorro
per se del recurso hídrico sino en otro factor sobre el que no se suele reflexionar: la energía. Las aguas residuales urbanas recogen la mayor parte de los deshechos orgánicos que generamos a nivel doméstico, lo que nos convierte a título individual en organismos contaminantes. Reducir el impacto de la contaminación sobre el ambiente que nos rodea (ríos, acuíferos, suelos, etc.) requiere un efectivo tratamiento del agua residual.
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En los últimos años, un nuevo tipo de microorganismos que denominamos electrogénicos ha emergido con un enorme potencial en la depuración de aguas residuales |
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Desde hace más de cien años, el tratamiento de las aguas se hace mediante microorganismos que eliminan los contaminantes como parte de su metabolismo. Con la ayuda de la ingeniería se confinan seres vivos microscópicos en grandes reactores para reducir el impacto de nuestros propios residuos.
El enorme gasto energético que supone dicho tratamiento es proporcional al volumen de agua tratada, por lo que una disminución en nuestro consumo tendría un impacto energético más allá del mero ahorro hídrico. Las grandes urbes suelen contar con presupuestos municipales para afrontar el coste de estos tratamientos; sin embargo, los costes energéticos no resultan asumibles cuando se trata de pequeñas poblaciones. El problema se hace más palpable cuando pensamos en la generación de agua residual en países todavía en vías de desarrollo. En ellos la ausencia de una gestión eficaz va más allá de contaminar el medioambiente, puesto que tiene un impacto directo en la salud de millones de personas que conviven con aguas infectadas de bacterias patógenas causantes de enfermedades.
Así pues, desarrollar tratamientos de agua sostenibles desde el punto de vista energético resultaría fundamental para lograr implantar tratamientos en lugares donde en la actualidad es inviable hacerlo. Según datos de la ONU[1], cerca de 1.200 millones de personas viven en zonas donde el agua escasea, mientras que miles de millones carecen de una fuente de agua salubre. En 2012, cerca de 2.500 millones no tuvieron acceso a una instalación sanitaria.
Imagen de microscopía de fuerzas atómicas (AFM) de células de la bacteria electrogénica Geobacter sulfurreducens sobre superficie de grafito HOPG. Celia Rogero y Abraham Esteve
En los últimos años, un nuevo tipo de microorganismos que denominamos electrogénicos ha emergido con un enorme potencial en la depuración de aguas residuales. Estas bacterias son capaces de transferir los electrones de su metabolismo a materiales conductores de la electricidad haciendo posible convertir los contaminantes del agua en electricidad. El cambio de paradigma supondría pasar de un tecnología consumidora de energía a otra productora, donde el agua residual se convierte en un recurso capaz de pagar su propio tratamiento. Transformar las plantas de agua residual en generadoras de electricidad requerirá más tiempo, pero los últimos avances desarrollados por IMDEA Agua y la Universidad de Alcalá demuestran que el uso de estos tratamientos permite depurar el agua, con gran eficiencia, sin necesidad de invertir energía en el proceso. En los próximos tres años, y gracias a la financiación de un proyecto europeo del programa H2020 coordinado desde IMDEA agua, se implantará la tecnología a escala real en cuatro localizaciones geográficas muy diferentes: Mediterráneo, norte de Europa, Sudamérica y Norteamérica.
Estas nuevas tecnologías serían de fácil implantación no sólo en nuestros municipios, sino también en pequeñas comunidades y viviendas aisladas. Tan sólo en España se calculan unos dos millones de personas cuyas aguas no reciben el tratamiento adecuado. Si pensamos en el impacto sobre la población de países como India, el beneficio ambiental y en términos de salubridad es incalculable. Como científicos afrontamos un reto tecnológico con repercusión inmediata en el avance de la sociedad. El hecho de que nuestro país lidere este tipo de tecnologías muestra el valor de invertir en ciencia e innovación con el objeto de transferir el conocimiento y mejorar el mundo que nos rodea.
[1] The United Nations World Water Development Report 2015. Water for a sustainable world.