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1. Entre el puente de hormigón
pretensado
(construido aguas arriba
de su corazón valiente)
y la cubierta circular,
expiró el ingeniero.
2. Ni la luz de aquel vano
alzado en vigas longitudinales
prefabricado por dovelas
salvarlo pudo
de las sombras.
3. Ni los cordones de los cables
de redondo
calculados para tan fiel tensión
evitaron su rotura.
4. Su vida matemática
concluyó
exactamente.
5. Cosido transversal,
definitivo anclaje.
6. In situ.
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El cerebro - es más amplio que el cielo -
colócalos juntos-
contendrá uno al otro
holgadamente - y tú - también
el cerebro es más hondo que el mar -
retenlos - azul contra azul -
absorberá el uno al otro -
como la esponja - al balde -
el cerebro es el mismo peso de Dios -
pésalos libra por libra -
se diferenciarán - si se pueden diferenciar -
como la sílaba del sonido -
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Galileo, Arquímedes, Pitágoras,
Einstein, Franklin, Marconi o Anaxágoras...,
vidas que se han gastado en buena gana
mejorando la condición humana.
Pero yo quiero nombres conocidos.
¿La ciencia no tiene mis apellidos?
¿No sería magnífico que hubiera
una ley de un ibérico cualquiera?
¡Logaritmos de López o de Hernández,
postulados de Márquez o de Fernández!
Y... ¿qué honra española no sería
si existiera el Teorema de García?
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La luz, el sol, el aire libre,
envuelven los sueños del ingeniero.
El ingeniero sueña cosas claras:
superficies, tenis, un vaso de agua.
El lápiz, la escuadra, el papel;
el dibujo, el proyecto, el número:
el ingeniero piensa el mundo justo,
mundo que ningún velo cubre.
(Ciertas tardes subíamos
al edificio.
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Leo a Tomás de Aquino en el Smartphone,
en latín, el pasaje en que afirma
que el bien se expande por el mundo. Todo
alrededor podría desmentir
ese olvidado axioma tan hermoso.
Porque el mal igualmente se difunde.
Pero todo también alrededor
confirma el bien, su difusión incluso
física. Yo podría
dudar, pero no dudo, de esta fórmula
escrita en un idioma
pensado para el mármol, para el bronce,
para neta incisión cuadrada de oro
de una letra tras otra en la moneda,
para la delicada miniatura.
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Conviene publicar un disparate,
Tan obsceno que ofenda de ipso facto.
Te darán un gran índice de impacto,
Los ingenuos que miren tu dislate.
No importa si es con cuerdo o botarate,
De citas mutuas sellarás un pacto.
Aunque sean banales y sin tacto,
Juntas harán lucir tu escaparate.
No intentes un problema complicado,
Si el ritmo frena en tus publicaciones.
Pues debes mantenerlo acelerado.
En alza tengas siempre tus opciones
De rozar el poder en el poblado,
Con índices y citas a montones.
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Inventan el milagro, hay agua en Marte.
Ese charco ligero entre los cielos,
esa huella ligera y matutina.
Si hay agua en Marte hay vida para siempre.
Si hay agua en Marte hay luz en la tiniebla.
Pasan los soles, como reyes viejos,
pasan los tiempos, como dinosaurios,
y ese cuenco ligero, agua en la roca,
ese brocal de luz,
ese milagro,
nos devuelven la fe en el universo,
esta casa sin puertas que habitamos,
esta continuidad de las edades.
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Qué va a pasar cuando mi novia sepa
que no puedo vivir sin tus pseudópodos,
sin tu horrible humedad en mi bolsillo.
Qué va a pasar cuando descubra un día
las huellas de tu baba entre mis dedos,
y empiece a hacer preguntas, y la rabia
y los celos se agolpen en sus ojos,
y yo confiese al fin que la he engañado
contigo, y que no puede comparársete,
y le enseñe orgulloso el agua sucia
donde se reproducen nuestros hijos.
Que va a pasar cuando no entienda nada
y nos denuncie a Sanidad.
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Lateralmente asimétricas
las acéfalas conchas, valvas
abriéndose o cerrándose a medida
que el peligro decrece, el vicio incide.
Cuántas fuerzas para enterrarse en sí
perdiendo el todo contacto con el mundo.
Cuántos incluso con ese desparpajo
y ese aire indecible de voluntad.
Asifonados o sifonados sois
- según la fórmula de Claus -
de andares triangulares comprimidos,
quien lo pudiera sobre el campo azul.
Rocas, arena, maderámenes
guarden los sabrosísimos moluscos.
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Si los muchachos traviesos
de aguda fiebre están presos
y no pueden defecar,
si no duermen y se aterran,
si sus ojos nunca cierran
para dejar de llorar,
si el color del cuerpo todo
mudan también de tal modo
que unas veces cual carmín
se presenta enrojecido,
y otras de verde teñido,
y otras es lívido en fin:
una convulsión impía
debe temerse a fe mía,
sobre todo si la edad
no han cumplido de siete años,
porque están aquestos daños
más expuestos en verdad.