En el 11 de marzo de 2004
Ángeles blancos,
con celestiales tubos
de suero o mariposas,
aparecieron, luminosos, limpios,
para salvar la vida de los impíos garfios
de una cuadrilla de mendaces,
adoradores tercos de los dioses oscuros.
Sobre el mundo no había más que sangre
derramada, vertida por las vías
y las chatarras de las ruinas,
sangre por las paredes y relojes.
Mas bebían la sangre, ay la bebían,
hasta dejarla pura,
sagrada, inmaculada,
los ángeles terrestres,
doloridos y tristes y eficaces,
y vestidos de blanco,
que cerraban las puertas a las sombras.
Once de marzo: día de aflicción,
en que vimos también a los ángeles buenos.