Ir a la universidad, es decir pasar tiempo en el campus, debe mejorar la excelente oferta de cursos online que ofrecen gratuitamente las mejores universidades del mundo. Cursos en los que se matriculan cientos de miles de alumnos, que aprenden de los mejores profesores y que, además, obtienen un certificado al completar sus estudios. Con la irrupción de la enseñanza online, las universidades deben concentrarse en aquellas actividades en las que no pueden ser reemplazadas, esto es: la interacción personal con el profesor, el trabajo en grupo, la investigación y el emprendimiento.
Las mismas universidades que están liderando la revolución de los MOOC (cursos online abiertos y masivos), tales como Stanford, MIT o Harvard, son verdaderas incubadoras de nuevas empresas. Sus campus universitarios son lugares de encuentro de emprendedores, donde trabajan en sus planes de negocios, crean sus prototipos y se reúnen con profesores, mentores y posibles inversores. Si existe la voluntad y se dedican los recursos necesarios, los campus universitarios pueden convertirse en motores del emprendimiento, en incubadoras de economía del conocimiento, en lugares en los que encontrar otras personas con las mismas inquietudes y capacidades complementarias. En la universidad encontramos los servicios necesarios para crear e incubar nuevas empresas y para reunirse con mentores, especialistas y posibles inversores. Eso no lo ofrece ningún curso por Internet.
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Las mejores universidades del mundo, gracias a su apuesta decidida por el emprendimiento ocupan las mejores posiciones en las clasificaciones internacionales, atraen a los mejores estudiantes y consiguen fuentes de financiación alternativas |
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La universidad es el lugar ideal para el emprendimiento porque de sus laboratorios surgen numerosos descubrimientos. La investigación es otro aspecto que no puede ser sustituido por la oferta online. La investigación es una de las actividades que permiten diferenciarse a las universidades presenciales, captar a los mejores profesionales y dar una formación de más calidad, y por lo tanto debe potenciarse sin descanso. Pero el emprendimiento universitario no es sólo para los estudiantes de ciencias e ingeniería. De hecho, la mayor parte de las nuevas empresas no surgen de la investigación, sino de cubrir una necesidad del mercado, y aquí hay lugar para todos.
Y porque es para todos, una de las tareas más importantes que debe jugar la universidad es fomentar que haya más mujeres emprendedoras. Ellas llenan nuestras clases y tienen excelentes resultados académicos, pero aún son una minoría en la creación de nuevas empresas. La universidad, en su tarea irremplazable de inspirar, animar y acompañar, puede ayudar a fomentar el espíritu emprendedor entre las mujeres. Este es un objetivo por el que realmente merece la pena dar la batalla.
Pero hay bastantes cosas que cambiar en la universidad para que se convierta en un motor de creación de nuevas empresas. Los alumnos demandan cada vez más profesores que hayan vivido, no sólo aprendido, lo que enseñan, por lo que debe fomentarse la movilidad laboral entre la universidad y la empresa. Por otro lado, las personas que trabajan en transferencia de tecnología, protección intelectual o en creación de nuevas empresas deben ser profesionales con experiencia laboral en estos temas, que son muy complejos y requieren de años de práctica profesional. Además es fundamental cambiar el paradigma que hoy en día consiste en mejorar la empleabilidad de nuestros estudiantes, esto es, capacitarlos para lo que hoy demanda el mercado. Este objetivo está errado porque nadie sabe lo que demandará el mercado dentro de unos años cuando nuestros estudiantes estén trabajando. El nuevo paradigma es la emprendibilidad, es decir, capacitar a nuestros estudiantes para que sean protagonistas de su propio futuro, capaces de crear sus empresas, o desarrollar nuevas oportunidades dentro de otras (intraemprendedores). Debemos formar personas completas, que sepan adaptarse, liderar y crear valor. No capacitarlas para lo que demanda el mercado en este momento ya que nadie sabe lo que demandará el mercado cuando finalmente se incorporen a él o decidan crear sus propias empresas. Finalmente, la universidad debe contar con los recursos necesarios para contratar y crear los programas que puedan hacer esto posible.
Uno se podría preguntar por qué es importante emprender desde la universidad; y si ésta debería embarcarse en estas tareas alejadas de su misión tradicional. Quizás parte de la respuesta pase por explicar que todos nos beneficiamos de los descubrimientos que se llevan a cabo en las universidades. Y para que estos avances nos lleguen a todos, es necesario que alguien asuma el riesgo de comercializarlos. Además, la innovación, las nuevas ideas y la tecnología mantienen a las empresas competitivas, hacen que los países sean más resistentes frente a las crisis económicas y que los consumidores tengamos más y mejores opciones. Así lo están haciendo las mejores universidades del mundo que gracias a su apuesta decidida por el emprendimiento ocupan las mejores posiciones en las clasificaciones internacionales, atraen a los mejores estudiantes y consiguen fuentes de financiación alternativas.
En muchos casos se propone replicar los modelos de éxito, crear un nuevo Silicon Valley, pero, claro, sin las personas que lo hacen posible. No son los edificios, ni los siglos de historia, sino las personas las que hacen las universidades, y sin ellas ningún cambio es posible. El inmovilismo no es una opción. Existe un riesgo real de que las universidades que no apuesten por el emprendimiento, las nuevas tecnologías y el talento se conviertan simplemente en irrelevantes. Y si bien es cierto que se requieren muchos más recursos para poder competir en primera división, se puede hacer mucho con los medios y personas con las que contamos hoy. El futuro de la universidad depende fundamentalmente de las personas que trabajamos en ella.
Artículo para madri+d adaptado del artículo publicado originalmente en La Rioja el 12/04/15.