La peste que afecta a olivos, almendros y naranjos atemoriza al campo levantino.
El Instituto Valenciano de investigaciones Agrarias (IVIA) ha confirmado un segundo brote del ébola de los olivos. Así se denomina a la plaga provocada por la bacteria Xylella fastidiosa que afecta no solo a los árboles de la aceituna sino a otras especies como el almendro, el melocotonero, el cerezo y el naranjo. Esta segunda aparición confirma que la bacteria está en nuestro país. Puede haber entrado por la comarca alicantina de la Marina Baixa, después de atravesar Baleares, procedente de Italia, donde el mal ya ha hecho estragos. A Xylella fastidiosa se la llama el ‘ébola de los olivares’ por su tremenda capacidad para destruir estas plantaciones. Se teme que pueda llegar a los campos murciano y andaluz, dónde los olivos son uno de sus principales activos de la economía agraria
Curiosamente, esta bacteria es originaria de California, dónde apareció por primera vez en 1890. En aquel entonces, las vides fueron sus principales víctimas. Pero, un siglo después, Xylella fastidiosa llegó a Italia y luego a Grecia, causando una elevada mortandad entre los olivares mediterráneos.
La bacteria actúa impidiendo que la savia circule por el árbol, provocando que se seque y muera. No existe ningún remedio efectivo contra ella. Para intentar controlarla, cuando se detecta un árbol enfermo, se talan todos los existentes en un área de tres hectáreas. El problema es que este bloqueo no es del todo efectivo, ya que la bacteria también la transmiten insectos que picotean los árboles infectados y la contagian a otros ejemplares sanos. El mal vuela por el aire, se arrastra por el suelo... pero no parece detenerse. Se han detectado hasta 300 posibles insectos que pueden servir de vector de transmisión, entre ellos las cigarras. Una vez que el mal ha anidado en una plantación poco puede hacerse por detenerlo, surge la temida orden de la trituración: hay que erradicar todo tipo de vida vegetal, en un diámetro de 100 metros. Procede arrancar planta y raíces y triturarlo todo, ya que la bacteria no crece en la materia inerte. Una táctica de 'tierra quemada' que tiene en vilo a los agricultores.
Los insectos que portan la peste se alimentan del floema de la plantas (el tejido conductivo encargado de transportar los nutrientes entre las ramas y las hojas). Si un insecto se alimenta de una planta infectada, se contagia sin remedio. Luego transmitirá el mal a todas aquellas plantas en las que vuelva a libar. Como un apocalipsis zombi vegetal. En Italia desde 2013 se han visto afectados millones de árboles. La plaga ha asolado cerca de 500.000 hectáreas de cultivo.
Los estudios genéticos parecen demostrar que el primer foco de esta nueva plaga apareció en Holanda, a partir de una planta de café que alguien había traído como recuerdo de Costa Rica. Italia recibió un primer ataque en 2013. En algunas regiones, como Apulia (el tacón de la bota italiana), los estragos han sido dramáticos. Allí se practica la producción de olivas en régimen prácticamente de monocultivo. La bacteria ha encontrado su hábitat ideal en ese entorno de poca diversidad genética. Pero, además, ha hallado un aliado: la estupidez humana. Las primeras medidas de contención recibieron la oposición radical de algunos grupos de defensa del medio ambiente. Opuestos a la idea de talar árboles a mansalva, organizaron manifestaciones y recursos judiciales tan virulentos que acabaron por bloquear las medidas sanitarias. Algunos jueces postpusieron las decisiones para dar la razón a los ecologistas que habían ganado la batalla de la visibilidad atándose públicamente a los troncos de los olivos para evitar la tala. Ciertos líderes de opinión ambientalista llegaron a decir que la Xylella no era otra cosa que una conspiración para acabar con la autenticidad de las prácticas agrícolas. Hoy, cuando pocos dudan del origen real del mal, puede que sea demasiado tarde. La plaga ha saltado a Grecia y, ahora, a España poniendo en riesgo uno de los tesoros económicos y ecológicos de la cuenca mediterránea: los olivos.
La EFSA (la Autoridad Europea para la Seguridad Alimentaria) lo tiene muy claro. "No hay otro culpable para esta plaga que la bacteria transmitida por insectos que se alimentan de savia. No se conoce otro modo de contención que la trituración de la flora a 100 metros a la redonda (la mayoría de los insectos portadores no vuelan más allá de ese radio). A la falta de previsión y la pusilanimidad de algunos jueces ante la presión de grupos de opinión radicales le debemos ahora que Xylella esté en nuestras tierras. Pero aún estamos a tiempo de no cometer los mismos errores".