La concesión del Premio Nobel de Literatura a la escritora británica Doris Lessing ha sido recibida en general de manera positiva, aunque no han faltado voces discordantes, como la del gran sabelotodo de los hipermercados Harold Bloom y la del dictador televisivo del gusto literario en Alemania, Marcel Ranicki.
Pero el caso es que el Nobel no deja de ser un premio, aunque el más considerable de todos, y que antecedentes hay de premios Nobeles mucho más impresentables, como nuestro compatriota el banquero Echegaray, la italiana Grazia Deledda, sir Winston Churchill -el vencedor de la segunda guerra mundial, pero también el genocida de Dresde-, el italiano Dario Fo, la chino-norteamericana Pearl S. Buck o el australiano Patrik White, mientras que nombres indiscutibles como el argentino Jorge Luis Borges, el británico Graham Greene, el norteamericano Arthur Miller o el mexicano Juan Rulfo se quedaron sin el premio de los premios.
La crítica, para ser correcta, debería hacerse a la institución en sí del Premio Nobel, que goza de una autoridad tan universal como arbitraria. ¿En nombre de qué, salvo de las coronas suecas (ya euros), se puede imponer el prestigio universal de un escritor? Por lo demás, Alfred Nobel quería que su premio sirviera para descubrir nuevos valores...
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Icono feminista, sin duda la Academia también la ha elegido por abonarse a lo políticamente correcto: mujer, feminista, antirracista |
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Doris Lessing es una buena escritora, que ha escrito armoniosas, aunque a veces patéticas. novelas sobre la discriminación racial en el África negra, donde vivió, y sobre la discriminación de la mujer. Es anglosajona hasta la raíz; por eso sus novelas, muy abundantes, guardan concomitancias con las de la excelente Nadine Gordimer, a quien le une además su común oposición a la segregación racial en África, que le valió el honor de ser declarada ciudadana "non grata" en Sudáfrica. Icono feminista, sin duda la Academia también la ha elegido por abonarse a lo políticamente correcto: mujer, feminista, antirracista.
Lessing tiene una copiosa producción, de la que sobresale "El cuaderno dorado" (1962). Dos mujeres -se cuenta en la novela- comparten un piso en Londres y llevan una vida libérrima. La narración de sus vidas es el marco de cuatro secciones, que reproducen los cuadernos de apuntes de una de ellas. Estructura clásica; es, por ejemplo, la del "Decamerón". Uno de los cuadernos es negro y de temática africana; otro es rojo y contiene sus vicisitudes políticas y su desencanto con su experiencia comunista. En el cuaderno azul anota sus sesiones clínicas con su psicoanalista y, por último, el amarillo lo reserva para componer sus propios relatos. El libro -coincide en este juicio toda la crítica responsable- es un texto capital sobre los problemas que ha de afrontar un escritor contemporáneo y constituye, además, un espléndido testimonio sobre las dificultades de ser mujer libre e independiente, tanto en las relaciones masculinas como en las femeninas y en la vida social.
Es de esperar que con ocasión del Nobel de Lessing, el sabelotodo de los hipermercados relea su obra maestra o, simplemente, la relea. Tiene donde elegir. Por ejemplo, para no cansarse demasiado, sus magníficos relatos breves, en especial los de tema amoroso, que suelen concluir con la desilusión y la decepción; también, los próximos a la ciencia ficción.