Diseñada una prueba para diagnosticar el autismo ya a los seis meses de edad
Fecha
Autor
M. López

Diseñada una prueba para diagnosticar el autismo a los seis meses de edad

El análisis de las conexiones y sincronización entre las regiones cerebrales mediante pruebas de imagen permite diagnosticar el autismo ya a la edad de seis meses.

En la actualidad, el diagnóstico de los trastornos del espectro del autismo (TEA) solo puede establecerse cuando el niño, ya a la edad de dos años, manifiesta de una forma patente los síntomas del comportamiento característicos del autismo, caso de un déficit en la comunicación o una gran intolerancia a los cambios o a la frustración. En consecuencia, y si bien ya hay disponibles intervenciones eficaces para atenuar la evolución del trastorno, no pueden llevarse a cabo hasta el segundo –y a veces hasta el tercero, e incluso cuarto– cumpleaños del niño. Un aspecto a tener muy en cuenta dado que cuanto antes se pongan en marcha estas intervenciones, más eficaces serán. Pero, ¿no hay ninguna manera de diagnosticar los TEA de forma más precoz? Pues sí. Y es que como muestra un estudio dirigido por investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill (EE.UU.), el uso de pruebas de imagen por resonancia magnética para observar cómo se conectan y sincronizan las regiones cerebrales permite identificar, ya a los seis meses de edad, qué niños desarrollarán los síntomas del autismo al superar su segundo año de vida.

Como explica John R. Pruett Jr., co-autor de esta investigación publicada en la revista Science Translational Medicine, "no hay ninguna característica del comportamiento que nos ayude a identificar el autismo antes de que se desarrollen los síntomas. Y estos síntomas aparecen ya durante el segundo año de vida. Sin embargo, las intervenciones tempranas mejoran el pronóstico, por lo que en el futuro podremos utilizar las pruebas de imagen para identificar a los niños en muy alto riesgo antes de desarrollen los síntomas y, por tanto, poder iniciar los tratamientos de forma mucho más precoz".

YA A LOS SEIS MESES

Para llevar a cabo el estudio, los autores contaron con la participación de 59 bebés de seis meses de edad y con un alto riesgo de padecer autismo –tenían al menos un hermano mayor con el trastorno, por lo que su riesgo de desarrollarlo era de un 20% y no de un 1,5% como en la población general–. Y lo que hicieron fue someter a los bebés –siempre mientras dormían y durante un máximo de 15 minutos– a pruebas de imagen por resonancia magnética para observar la actividad neuronal de 230 regiones cerebrales.

Concretamente, los autores se centraron en las conexiones de las regiones cerebrales asociadas con las características del autismo: capacidad de lenguaje, comportamientos repetitivos y comportamientos sociales. Y una vez analizados los patrones de las conexiones y sincronizaciones entre estas regiones, desarrollaron un programa informático para predecir cuáles de estos bebés serían finalmente diagnosticados de autismo a la edad de dos años. Y este programa, ¿funciona? Pues sí. Lo que hizo el programa fue dividir a los bebés en dos grupos: aquellos que, según sus resultados en las pruebas de imagen, no acabarían padeciendo el trastorno; y los que sí. Y de acuerdo con los resultados, el programa informático fue capaz de identificar al 81% de los bebés que desarrollarían autismo, lo que acabó sucediendo en 11 del total de 59 casos. Es decir, el programa predijo el diagnóstico a la edad de dos años en nueve de estos 11 bebés.

Como refiere Robert Emerson, director de la investigación, "cuando el programa determinó que un niño tenía autismo, nunca se equivocó. Pero falló a la hora de identificar a dos niños. Acabaron desarrollando autismo, pero nuestro programa no fue capaz de predecirlo correctamente basándose en los datos con los que contábamos a los seis meses de edad".

LO MEJOR ESTÁ POR LLEGAR

En definitiva, parece que las pruebas de imagen cerebrales pueden resultar muy útiles a la hora de diagnosticar el autismo ya a los seis meses de edad. O cuando menos, en los niños en alto riesgo de padecer el trastorno, pues no parece muy viable que estas pruebas se realicen de forma generalizada a todos los bebés. Sea como fuere, aún habrá que esperar.

Como indica Robert Emerson, "nadie había llevado a cabo antes un estudio como este a la edad de seis meses, por lo que necesitamos replicar los resultados. Esperamos pronto en marcha un nuevo estudio con un mayor número de participantes".

En este contexto, cabe resaltar que los autores ya participaron en un estudio que, publicado en marzo de este mismo año, permitió predecir a partir del análisis del líquido cefalorraquídeo qué niños en alto riesgo desarrollarían autismo. Así, y con aras de afinar el diagnóstico, sería muy interesante combinar de algún modo ambas pruebas.

Como concluye el director de la investigación, "lo más interesante está aún por llegar. En lugar de utilizar solo un fragmento de información para hacer estas predicciones, podríamos usar toda la información conjuntamente. Creo que este será el futuro del empleo de diagnósticos biológicos para el autismo durante la infancia".

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