Científicos noruegos han descubierto más de 600 filtraciones de metano en el Mar de Barents, procedentes de centenares de cráteres que tienen hasta un kilómetro de diámetro y 30 metros de profundidad. Algunas de sus llamaradas llegan casi a la superficie del mar. Estos cráteres, situados a 390 metros de profundidad, pueden explotar por el calentamiento del océano, liberar toneladas de metano a la atmósfera y precipitar el calentamiento global. El artículo ha sido publicado en la revista <a href="www.pnas.org/content/114/24/6215" title="Proceedings of the National Academy of Sciences" alt="Proceedings of the National Academy of Sciences" target="_blank">Proceedings of the National Academy of Sciences</a> (PNAS).
Centenares de cráteres a lo largo de los fondos del mar de Barents, en el océano Ártico, algunos de los cuales tienen un kilómetro de diámetro y 30 metros de profundidad, y que están a punto de explotar, han sido descubiertos por un equipo de científicos noruegos, que cuentan el hallazgo en un artículo publicado en PNAS.
Aunque algunos de estos cráteres ya eran conocidos desde los años 90, las nuevas tecnologías han permitido al equipo noruego conocer con mucha más precisión sus dimensiones y características, así como las emisiones de metano que están lanzando a la superficie.
Lo que han descubierto estas nuevas observaciones es que los cráteres muestran unas protuberancias llenas de metano que se desprenden del centro de cada montículo. Son más de 600 filtraciones que dispersan en el agua y en la atmósfera importantes cantidades de metano, según los investigadores.
El metano se está filtrando lentamente desde el subsuelo a través de grietas en el fondo marino, pero debido al cambio climático y al aumento de la temperatura marina, los montículos podrían explotar, emitiendo enormes cantidades de metano desde el fondo marino del mar de Barents, advierten los científicos.
El temor de los científicos es que estos montículos puedan transformarse en cráteres, parecidos a otros descubiertos anteriormente en otras regiones del Ártico con un contenido inusualmente alto de metano.
El mar de Barents es uno de los sitios de filtración de metano más activos que los investigadores han identificado en el Océano Ártico, llegando algunas de sus llamaradas casi a la superficie del mar, señalan en su artículo.
Los hidratos de metano son estables a temperaturas bajas y presiones altas. La presión que ejerce una capa de agua de 390 metros sobre el fondo del mar todavía es suficiente para que no exploten, dicen los científicos.
Sin embargo, si el nivel del agua se redujera en tan solo 20 metros, la presión sería insuficiente para contener los depósitos de metano. Un pequeño cambio en la temperatura del océano, algo que ya está ocurriendo, podría alterar este equilibrio y causar la explosión de estos montículos helados, un desastre cuyas consecuencias son impredecibles. Hay que tener en cuenta al respecto que El Ártico se está calentado dos veces más rápido que el resto del planeta.
ANTECEDENTE HISTÓRICO
A finales del siglo XX, los científicos ya encontraron en el fondo del océano Ártico cráteres formados del mismo modo. Son unas estructuras de varios cientos de metros de diámetro y decenas de metros de profundidad que aparecieron hace 12.000 años a causa de explosiones como las que se temen ahora.
Como resultado de ello, enormes cantidades de metano fueron liberadas al océano y a la atmósfera, provocando profundos cambios en el ambiente y en la atmósfera.
El metano es un potente gas de efecto invernadero. Su impacto sobre el calentamiento climático es de 25 a 30 veces más importante que el del dióxido de carbono, el temido CO2. Está presente en grandes cantidades en los subsuelos oceánicos del Ártico y, debido a las variaciones climáticas, se escapa hacia la superficie y a continuación a la atmósfera.
Si el metano se liberara de sus actuales depósitos como consecuencia del calentamiento global, provocaría una alteración del medio ambiente de los océanos y de la atmósfera de la Tierra similar a la que originó una extinción masiva hace aproximadamente 250 millones de años, o similar también al brusco cambio climático que marcó el fin del Paleoceno y el inicio del Eoceno, hace 55,8 millones de años.
Referencia bibliográfica:
Postglacial response of Arctic Ocean gas hydrates to climatic amelioration. PNAS, DOI:10.1073/pnas.1619288114