Más arriba del aire
tu suspiro y tu pulso
iban abriendo el cauce
morado del vacío.
Las hondas enredaderas del espacio
florecían sus orquídeas siderales.
Tú allá, ultrasónica,
girando y girando.
Tu hociquito de rosa,
tu voz de nieve,
tu corazón tupido de crepúsculos...
¡Layka mía...!
¡Layka de todos...!
¡Layka interplanetaria...!
Jamás subió tan alto
la vieja de la muerte,
con su guadaña cósmica
a recortar tu aullido.
Mientras la luna nueva,
sorprendida y desnuda,
saludaba tu carro
de estrella nunca vista...