Entre tantos objetos perdidos, los hay
dolorosos, lo siguen siendo,
los irrecuperables. Aquel encuentro
que nunca fue. Tan a mano como lo tuve,
tan perseguido luego, cualquier tarde
en cualquier cuarto de cualquier colegio,
o tomando una cerveza en cualquier pub.
Cambridge en sus glorias, aunque no hubiera
sonado la primavera, ni apuntado (o sí?)
el primer crocus todavía y el tiempo fuera
infernal como suele, y Mrs. Thatchford
insistiera, oh el Reverend Carter
y su hija Joyce y John, su novio, que luego