Fecha
Autor
Marco Manilio (Italia)

Astronomía

-Fragmento-

     Y si la tierra no fuera estable gracias a ese equilibrio de
fuerzas, el sol no conduciría su carro desde el poniente,
al aparecer las estrellas del cielo, y no volvería nunca al saliente,
ni la luna, sumergida en el vacío, regiría su marcha, ni el Lucífero
brillaría en las horas de la mañana, después de haber dado luz
bajo el nombre de Héspero y de haber recorrido el cielo.
Ahora bien, puesto que la tierra no está sepultada en lo más profundo,
sino que permanece suspendida en el centro. Por todas partes hay
comunicación: por donde el cielo cae y desaparece, y por donde
de nuevo se levanta. No puedo creer, en efecto, que, cuando
salen los astros, sus ortos sean fortuitos ni que el universo nazca
tantas veces, o que el sol nazca continuamente y perezca todos los días.
ya que el aspecto de los astros es el mismo desde hace siglos,
el mismo Febo recorre las mismas partes del cielo,
la luna cambia su circunferencia en un número igual de días,
el universo conserva los caminos que él mismo se creó
y no se equivoca con ensayos, el sol con luz eterna da vueltas señalando
las mismas estaciones, ya a las cercanas regiones del mundo
ya a las alejadas, siempre está más lejano el oriente para los que se dirigen
hacia el orto, como más lejano está el occidente para los que se dirigen
al ocaso, y el cielo permanece siempre con el sol.
     Pero no debes sentir admiración ante el hecho de que la tierra
esté en suspenso. Puesto que el universo mismo lo está y no se apoya
en ninguna base, lo que es manifiesto tanto por el hecho mismo
de moverse como por su marcha circular, puesto que Febo se mueve
en suspensión y con agilidad hace girar su carro ya en una dirección
ya en otra, manteniendo en el alto cielo los puntos de vuelta,
y puesto que la luna y las estrellas vuelan por el vacío del universo,
también la tierra siguiendo las leyes espaciales quedó suspendida.
     Así, pues, la tierra obtuvo en suerte el vacío central de la atmósfera,
alejándose de forma equidistante de cualquier profundidad, y no se extiende
en amplias llanuras, sino que está encerrada en una esfera que al mismo tiempo
empieza y termina en cualquier punto. Este es el aspecto de la naturaleza:
el propio universo, al girar circularmente, hace que las formas de las estrellas
sean redondas. Vemos que el contorno del sol es redondo y
también el de la luna, la cual con la convexidad de su cuerpo busca la luz,
ya que su esfera no puede recibir en toda ella los rayos oblicuos.
Ésta es la forma inmutable y muy semejante a la de los dioses, que no tiene
principio en ninguna parte ni fin en sí misma, sino que es igual en toda
su superficie y a través de todos los movimientos. La tierra tiene también
la forma de globo, imitando la del universo.

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