Tan sólo digo: no entiendo. Algo comprendo. Sí. Poco, desde luego. Tan sólo la explicación. Y a veces con dificultad. Pero entender de verdad: no entiendo. Reconozco mis limitaciones, mi poca capacidad y reducida concentración. Soy consciente del carácter vidrioso, crítico y racional de mi intestino y mesenterio, de la interna contradicción opositiva entre mis dos hemisferios. Pero miro al cielo por la noche y sólo digo: no entiendo. Si no fuera porque existe la Tierra, un punto de luz consciente en el océano del miedo ¿qué sentido tiene esto? ¿Para qué tanto pedrusco, tanta estrella y tanto fuego? ¿Para qué tanto armónico vacío y oscuridad extrema, tanta galaxia y planeta, si no es para sujetar el cielo y hacer de la Tierra un acierto? Uno dice que Saturno interviene en las corolas de las flores y participa en la germinación. Que Mercurio determina los fluídos y cadencias, las mareas y la paz. Otro que Marte actúa sobre los humores sometiéndolos a gran rotación e interviene en el carácter provocando regocijo y pasión. Y el más sabio piensa que Plutón no hace nada, que simplemente está y pesa sobre la muerte, actúa sobre el fuego y cualquier combustión. Pero toda esa matemática catástrofe flotando en la noche con total precisión ¿qué significa sin interpretación? ¿Tanto error sin sentido para que estadísticamente sea posible un acierto? Parece un gigantesco motor o instrumento inagotable para que sea posible la excepción? Parto un tomate y pienso. El campo huele en concreto a casi placer abierto. Y el viento sabe a mar. Trae tu recuerdo. ¿Qué coño pasa aquí? ¿Por qué es todo tan perfecto? Sinceramente: no lo entiendo. Ni me entiendo ni lo entiendo. El tomate está estupendo.