El ansiado sueño de la excelencia
La ciudad de Barcelona ha vivido a lo largo de este último año un hermoso e interesantísimo sueño científico. La coincidencia de iniciativas de gran calibre, así como de personas de reconocido prestigio, ha alimentado durante este tiempo la creencia de que en esta ciudad podía florecer un eje biomédico capaz de codearse con la élite internacional gracias a una calculada suma de infraestructuras que deberían haber abarcado desde la ciencia más básica hasta su traducción a la clínica. Los cálculos, sin embargo, se han venido parcialmente abajo.<br>
Las estructuras a sumar han sido, y continúan siendo, esencialmente tres. Uno es el Parque de Investigaciones Biomédicas de la Universidad Pompeu Fabra, actualmente en fase de construcción. Desde él se han ido reclutando figuras científicas de nivel internacional aunque mayoritariamente desconocidas del gran público. No obstante, destacan nombres como los de Miguel Beato, ya plenamente incorporado, y Xavier Estivill, recién fichado, como insignias de una propuesta que de momento ha cristalizado en el Centro de Regulación Genómica, el primero de estas características existente en España.
El segundo es el formado a través de la figura del IDIBAPS, un instituto en el que participan distintas administraciones, la central incluida, y que se está construyendo, aunque mucho más lentamente de lo previsto, alrededor de la figura de Joan Rodés, actual asesor del Ministerio de Sanidad y Consumo, y del Hospital Clínico de Barcelona, uno de los de mayor productividad científica en España.
El tercero y último es el Parque Científico de Barcelona y su pretendido centro estrella, el Instituto de Investigaciones Biomédicas (IRBB). En él han destacado nombres como los de Joan Massagué, Juan Carlos Izpisúa Belmonte y Joan Guinovart. Con los mimbres de su propuesta, sumados a las otras dos iniciativas, hubiera podido sonar con fuerza como una de las capitales mundiales de la biomedicina.
El objetivo, aunque ciertamente ambicioso y de enorme complejidad, llegó a ser creíble en un momento dado. La inversión necesaria para convertirlo en realidad estaba estimada y parece que incluso apalabrada. Las figuras, al menos hasta poco después del verano, estaban por la labor y, aunque a trompicones, el calendario iba cumpliéndose. El sueño de la excelencia parecía al alcance de la mano. Pero no, en un plis plas nos quedamos donde estábamos, si bien la vía no es en absoluto irreversible.
El punto flaco de algo que todavía podría ser posible está resultando ser la operación de mayor envergadura, la del IRBB. En su propuesta inicial aparecía la figura de Izpisúa Belmonte como reclamo para atraer a otros investigadores de nivel, a la par que conseguir acuerdos con empresas del sector biotecnológico. Él debía encabezar una línea de investigación centrada en biología del desarrollo y en células madre embrionarias -curiosa paradoja-para la obtención de cardiomiocitos. Como es sabido, el investigador español se descolgó de la propuesta con lo que el presupuesto inicial para el matenimiento del centro pasó de 15 millones de euros (unos 2.500 millones de pesetas) a unos 10, según reza en su plan estratégico.
A la hora de la verdad, de esos 10 millones tan sólo uno está garantizado, el que aporta la Generalitat catalana como compromiso inicial. El Ministerio de Ciencia y Tecnología, que se había comprometido a apoyar la iniciativa, todavía no se ha pronunciado acerca de la cuantía que finalmente va a aportar, aunque entre pasillos se especula con la posibilidad de que acabe inyectando una cantidad significativa que la administración autonómica igualaría. Pero no hay fecha ni entidad jurídica que por el momento soporten la operación, hecho que está enfriando los ánimos a más de un investigador.
Uno de ellos es Massagué, que ha condicionado su continuidad en el proyecto al nivel de ambición que se plantee. Sólo lo que se plantea tiene un horizonte alto, el científico catalán afincado en Nueva York seguirá. En los mentideros, por otra parte, se afirma que sólo habrá dinero suficiente si Massagué continúa.
Así las cosas, y a falta de mayor decisión por parte de Ciencia y Tecnología, que acaba de suscribir un acuerdo con la Generalitat para la construcción de una fuente de luz de sincrotrón en las inmediaciones de Barcelona, el proyecto original del IRBB se tambalea y en su lugar aparece otro de menor calado.
Sin esta pata, o con una pata mucho más mermada, el ansiado eje biomédico barcelonés podría nacer mermado. Joan Guinovart, director del IRBB, considera que pese a todo las condiciones de singularidad se mantienen intactas y que hay fundadas esperanzas de que todo acabe reconduciéndose. Admite, eso sí, que se ha perdido tiempo y que habrá que empezar la andadura desde un nivel inferior. Queda por ver si se cumplirá su objetivo de alcanzar uno superior en un plazo razonable o si, por el contrario, la falta de decisión de Ciencia y Tecnología acabará echando otro sueño por la borda.