Amor y física
Voy a contarte por física,
sirena de mis ensueños,
de amor el calor latente
que está quemándose el pecho.
Era una tarde que cúmulos
cruzaban el calmo cielo,
y ya el rocío las plantas
iba de plata cubriendo,
cuando tu imagen divina
transmitió el éter al nervio
óptico y de aquel instante
no soy miope, soy ciego.
Más tarde un dulce sonido
intenso vibró en mi pecho;
partió de tu bella tráquea
a mi pabellón grosero.
No tus desdenes me matan,
con una ley me consuelo,
y es que a tu pesar, querida,
nos estamos atrayendo;
la atracción molecular
al fin y al cabo es un hecho.
Aunque me llames fenómeno
yo no me irrito por eso,
porque es fenómeno todo
lo que en el mundo estás viendo.
Cuando con tu madre vamos
juntos los dos a paseo
aunque contigo no roce
porque tu madre va en medio
no creas por eso que
la electricidad perdemos,
tú tienes la negativa,
yo la positiva tengo,
tu madre sirve de lámina
para el preciso intermedio,
de modo que así formamos
un condensador de Alpemus.
Lo cargas con tus miradas,
pero lo descargas luego
de una manera instantánea
con tus desaires tan fieros.
De la amorosa corriente
un galvanómetro encuentro
en mi corazón que late
según el fluido es de intenso.
Una pila termoeléctrica
puede llamarse tu pecho
por el desigual calórico
de su ser heterogéneo.
De modo que entre tú y yo
una teoría hacemos
de ese incoercible fluido
que lleva el nombre de eléctrico.
Si acaso tú me desdeñas
porque piensas que otro objeto
en mi corazón se alberga,
mira que ya estás tú dentro
y que el ser impenetrables
es propiedad de los cuerpos.
Si a este poderoso agente
de amor correspondes,
quiero que al momento me lo digas
por conducto del telégrafo,
que aunque de señales sea
es escribiente en mi pecho;
si paso cabe tus rejas
tira un billete que luego,
la gravedad a mis manos
se encargará de traerlo.
Me voy a hacer tiempo a casa
¡qué despacio andará el péndulo!
¿Cómo hacerle estar isócrono
con mis ardientes deseos?
Será aberración acaso
la esperanza que sustento,
pero si sale fallida
me convertiré en espectro.
Adiós, foco de mis ansias,
poderoso par magnético,
adiós, bobina de cobre
(aunque no muerdes el dedo).
Adiós huevo luminoso
(iquién se comiera ese huevo!),
termómetro de mi alma
(que está a ciento sobre cero).
Adiós iris de esperanza,
aurora de mis ensueños,
origen de este calórico
que está abrasándome el cuerpo,
que una mezcla frigorífica
a voces está pidiendo.
Adiós, sirena, y si acaso
no has comprendido mis términos,
te digo en plata que te amo,
que me ames también deseo,
que dentro de unos instantes
por la respuesta aquí vuelvo,
y por fin que me dispenses
este romance de ciego.
Salve, Fenaquistiscopio.
Te adora tu
Galileo.