El agua era "un pilar fundamental" en la cultura y sociedad romanas, aunque ya se utilizaba en la península ibérica con funciones medicinales además de religiosas antes de la llegada de las legiones, ha explicado a Efe la decana de la Facultad de Geografía e Historia de la UNED, María Jesús Peréx Agorreta.
Peréx es coautora del libro Aguas mineromedicinales, termas curativas y culto a las aguas en la península ibérica, publicado por la Fundación Aquae y la Universidad Nacional de Estudios a Distancia (UNED), junto con la arqueóloga Carme Miró i Alaix y encabezada por una conocida sentencia latina: 'Ubi aquae ibi salus' ('Donde hay agua, hay salud').
El volumen recoge las fichas de 152 yacimientos arqueológicos peninsulares, la antigua Hispania romana, con "datos fehacientes" sobre las prácticas de termalismo medicinal y de culto a las divinidades de las aguas en época romana y también prerromana.
Peréx ha explicado que el mundo termal romano "está muy bien estudiado en lo referente a establecimientos higiénico-lúdicos o particulares" pero no tanto en lo que respecta a "establecimientos medicinales con fines terapéuticos".
Y ello a pesar de que el agua estuviese tras "importantes funciones sociales", como en el caso del Aquilegus o el Pontifex Maximus, vinculadas al abastecimiento, cuidado y veneración de un bien del que, "por desgracia, nos hemos acostumbrado a que salga del grifo", con lo que los usuarios tienden a olvidar la importancia de disponer de él.
Si bien el uso de aguas termales ya existía antes de la llegada de los antiguos romanos a la península, esta experta afirma que "fueron ellos quienes dieron un poco de estructura y organización" a estos establecimientos.
De esta manera, construyeron redes de caminos y accesos e incluso estancias para médicos, sacerdotes, enfermos o acompañantes.
POR TIPO DE TRATAMIENTO
Además, los romanos personalizaban las construcciones de acuerdo con el tipo de tratamiento: por inmersión, ingesta, ablución..., y hasta bañeras individuales para las enfermedades consideradas contagiosas.
No eran piscinas para lanzarse de cabeza", ha aclarado Pérex, "sino para pasar un tiempo estipulado en el agua durante el cual la persona se beneficiaba de sus propiedades" mineromedicinales en función de las distintas calidades y tipos de agua "que dependen de la geología".
Aunque todavía "no existen datos concretos" a este respecto, la co autora del estudio deduce que debía existir "algún tipo de mantenimiento" en estas instalaciones, como por ejemplo "la obstrucción de conductos para depurar aguas demasiado calizas o la limpieza de surgencias y canalones ante lluvias excesivas y corrimientos de tierra", igual que se sabe había en las termas públicas.
CULTURAS PRERROMANAS
La investigación se complica en el caso de las culturas prerromanas debido a la ausencia de edificaciones, por lo que es preciso profundizar a partir del hallazgo de inscripciones y exvotos de divinidades íberas y celtas así como el culto a las deidades de raíz hispánica "que se creía habitaban en las aguas".
Entre ellas, figuran los dioses masculinos Reve o Bormo o los femeninos Navia y Deva, todos relacionados con los medios acuáticos y presentes en varios de los yacimientos explorados en la península ibérica, que según las investigadoras podrían haber asumido también la función de divinidades termales.
La ausencia de restos anteriores a la invasión de la antigua Roma se relaciona también con "el carácter naturalista de la religión ibérica, que celebraba sus ritos en espacios al aire libre", por ejemplo, alrededor de ciertas fuentes.
En el mundo celtibérico, al igual que en el romano, el agua intervenía en los trances vitales de las comunidades y en sus diferentes ritos de paso como los nacimientos, las iniciaciones a la vida adulta o las defunciones, porque el líquido elemento era un "vehículo natural de conexión con lo religioso".