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El ave-verde cantaba
- paralelepípedo
paralelepípedo
paralelepípedo
El ave-verde cantaba
volando en un velocípedo
Paralelamente
la recta disparada por el puente
Los polígonos alborozados
copulaban al son de los triángulos
&
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En todas sus palabras y acciones
había una bondad suprema.
Viena. Casa de Maternidad, la mayor
del mundo. ¡Qué ocasión tan estupenda
poder diseccionar cada mañana
los cuerpos aún frescos de mujer
en el depósito de hospital!
Con una constancia más que excepcional
hacía sus extrañas indagaciones.
Era bastante calvo, ingenuo
como un niño, y rechoncho más bien.
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Más allá de la música de las esferas,
Einstein escucha un tam-tam oscuro
en el tambor tenso del espacio-tiempo,
ondas de gravitación pura
que jamás ha oído nadie
sino él en sus cálculos.
Cilindros de acero frío, hipersensibles,
escrutan el cielo a la búsqueda
de un eco, de un hálito de onda que no llega.
Y cada vez son más los que se afanan,
con instrumentos y números, a explorar
las más difíciles titilaciones de la tiniebla,
ritmos escurridizos y elusivos.
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1. Entre el puente de hormigón
pretensado
(construido aguas arriba
de su corazón valiente)
y la cubierta circular,
expiró el ingeniero.
2. Ni la luz de aquel vano
alzado en vigas longitudinales
prefabricado por dovelas
salvarlo pudo
de las sombras.
3. Ni los cordones de los cables
de redondo
calculados para tan fiel tensión
evitaron su rotura.
4. Su vida matemática
concluyó
exactamente.
5. Cosido transversal,
definitivo anclaje.
6. In situ.
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El cerebro - es más amplio que el cielo -
colócalos juntos-
contendrá uno al otro
holgadamente - y tú - también
el cerebro es más hondo que el mar -
retenlos - azul contra azul -
absorberá el uno al otro -
como la esponja - al balde -
el cerebro es el mismo peso de Dios -
pésalos libra por libra -
se diferenciarán - si se pueden diferenciar -
como la sílaba del sonido -
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Galileo, Arquímedes, Pitágoras,
Einstein, Franklin, Marconi o Anaxágoras...,
vidas que se han gastado en buena gana
mejorando la condición humana.
Pero yo quiero nombres conocidos.
¿La ciencia no tiene mis apellidos?
¿No sería magnífico que hubiera
una ley de un ibérico cualquiera?
¡Logaritmos de López o de Hernández,
postulados de Márquez o de Fernández!
Y... ¿qué honra española no sería
si existiera el Teorema de García?
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La luz, el sol, el aire libre,
envuelven los sueños del ingeniero.
El ingeniero sueña cosas claras:
superficies, tenis, un vaso de agua.
El lápiz, la escuadra, el papel;
el dibujo, el proyecto, el número:
el ingeniero piensa el mundo justo,
mundo que ningún velo cubre.
(Ciertas tardes subíamos
al edificio.
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Leo a Tomás de Aquino en el Smartphone,
en latín, el pasaje en que afirma
que el bien se expande por el mundo. Todo
alrededor podría desmentir
ese olvidado axioma tan hermoso.
Porque el mal igualmente se difunde.
Pero todo también alrededor
confirma el bien, su difusión incluso
física. Yo podría
dudar, pero no dudo, de esta fórmula
escrita en un idioma
pensado para el mármol, para el bronce,
para neta incisión cuadrada de oro
de una letra tras otra en la moneda,
para la delicada miniatura.
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Sí, ¡todo con exceso!
¡La luz, la vida, el mar!
Plural, todo plural,
luces, vidas y mares.
A subir, a ascender
de docenas a cientos,
de cientos a millar,
en una jubilosa
repetición sin fin,
de tu amor, unidad.
Tablas, plumas y máquinas
todo a multiplicar,
caricia por caricia
abrazo por volcán.
Hay que cansar los números.
Que cuenten sin parar,
que se embriaguen contando,
y que no sepan ya
cuál de ellos ser el último;
¡qué vivir sin final!
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No es preciso que sea mensajera
la paloma sencilla en tu ventana
te informa que el dolor
empieza a columpiarse en el olvido
y llego desde mí para decirte
que están el río el girasol la estrella
rodando sin apuro
el futuro se acerca a conocerte
ya lo sabes sin tropos ni bengalas
la traducción mejor es boca a boca
en el beso bilingüe
van circ