Entrevista a María Vallet Regí. Investigadora en la Universidad Complutense de Madrid y el Centro de Investigación Biomédica en Red del Instituto Carlos III.
El año 2018 ha sido para la química María Vallet Regí (Las Palmas de Gran Canaria, 1946) un día más en la oficina: ha publicado 49 artículos científicos, la mayoría en revistas de alto impacto, un curso más sigue plácidamente instalada en la lista de científicos más citados del mundo en su especialidad y en noviembre fue galardonada con el premio Rei Jaume I de Investigación Básica (dotado con 100.000 euros, el más cuantioso que se concede a científicos en España) entre otros reconocimientos.
Nada mal teniendo en cuenta que Vallet -que reparte su trabajo entre la Universidad Complutense y el Centro de Investigación Biomédica en Red del Instituto Carlos III- podría llevar ya un lustro jubilada, pero hace dos años cometió la osadía de obtener una prestigiosa beca ERC, financiada con 2,5 millones de euros, para investigar nanomateriales capaces de curar el cáncer de huesos o la osteoporosis, algo que la tendrá ocupada hasta, al menos, los 75 años.
Ya lo dijo Stephen Cole en su estudio Edad y rendimiento científico de 1977: "La prolongada creencia de que la edad está negativamente asociada con la productividad y la creatividad científica está basada en un análisis incorrectode los datos".
La ciencia de los biomateriales inteligentes evoluciona muy rápido, cada vez hay más competencia en Estados Unidos y en Asia... ¿cómo logra ser de las científicas más citadas en este campo un año tras otro? ¿Qué está haciendo diferente al resto?
Trabajar mucho. La verdad es que es un gusto, porque al estar en esa lista luego te encargan más cosas, te conocen... te da más visibilidad.
Hace diez años estaba investigando los marcos metal-orgánicos (en inglés, 'metal-organic framework' o MOF) que este año se han oído mucho por la posibilidad de extraer agua potable del aire del desierto, entre otras funciones. Me gustaría saber qué andan investigando hoy en día para saber a qué atenerme en la próxima década. ¿He leído materiales mesoporosos y cristales bioactivos?
En el grupo seguimos investigando de todo, claro, pero en lo que yo estoy más volcada ahora fundamentalmente es en nanopartículas mesoporosas de sílice, para intentar ver cómo hacemos diana con esas partículas, que liberan los fármacos correspondientes, en enfermedades del hueso como osteoporosis, cáncer o infección.
España tiene un problema creciente con la resistencia a los antibióticos y cada vez más farmacéuticas se están bajando del carro porque es muy difícil producir nuevos fármacos. ¿Estas nanopartículas podrían ayudar con el problema?
Claro, porque nosotros, al trabajar de esa forma, las dosis que ponemos son infinitamente pequeñas. Cargamos los fármacos en partículas de unos 100 nanómetros y de unos 1.400 poros. Esos antibióticos miden menos de un nanómetro y no los repartes por todo el cuerpo sino que van localizados y en dosis muchísimo más pequeñas.
Usted patentó en 2004 estos sistemas de liberación controlada de antibióticos para prótesis, ¿genera frustración que este tipo de avances tarde a veces tantos años en pasar de los laboratorios a los hospitales?
Yo, con que lo lleve alguien al mercado y funcione ya estoy contenta, aunque es verdad que prefiero ser yo la que lo haga, naturalmente, que para eso lo he descubierto. Pero al final a mí me interesa que las cosas lleguen a la cama del enfermo. Nosotros en la universidad tenemos muy complicado el tema de patentes. Lo volvemos a intentar muchas veces pero no podemos hacer de todo. O tenemos un soporte de las OTRI (Oficinas de Transferencia de Resultados de Investigación) o es imposible que las cosas lleguen a buen puerto.
Todo eso lleva un proceso muy largo, como mínimo diez años. Además nosotros en el laboratorio hacemos una investigación muy básica, aunque yo trato por todos los medios de hacer una transferencia a la clínica. De hecho, las dos cosas que hemos patentado en enero y marzo de este año ya tienen detrás a varias empresas interesadas, pero conseguir todo esto nos ha costado muchísimo porque no teníamos ese tipo de formación. ¡Ahora que ya me marcho es cuando empiezo a ver cómo se hace!
En cualquier caso es partidaria de no acelerar más de la cuenta cuando se trata de innovar en medicina.
Hay que tener paciencia porque no hay más remedio que pasar por todas las etapas. Cualquier cosa que vaya a estar dentro del organismo en humanos tiene que tener unas seguridades muy importantes, no es lo mismo una caja de bombillas, que si te salen mal las cambias, que un implante que puede suponer la muerte del paciente.
¿Ha mencionado antes que se marchaba?
¡Bueno, es que tengo ya 72 años!
¿No se siente tentada de seguir los pasos de Margarita Salas, que sigue con 80 yendo cada día al laboratorio del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa?
Es que el proyecto me lo dieron ya jubilada, llevo dos años y me quedan tres. Cuando se acabe me iré a mi casa pero un poco sí que seguiré conectada. Supongo que sí estaré un poco como Margarita, porque ella ahora tampoco va al ritmo al que iba entonces, hay que ser consciente.
Uno de los mayores avances científicos de 2018 para 'Science' ha sido el #MeToo, cada vez hay más iniciativas para promover las carreras científicas entre las mujeres... ¿ha sonado mucho su teléfono este año?
A veces pienso que estoy en demasiados temas, pero la verdad es que siempre digo que sí a estas cosas. Y sí, este año me han pedido entrevistas, manifestaciones, conferencias...
Todos a la búsqueda de un referente positivo.
Ahí estoy.
¿Y cómo se sitúa en este debate? ¿Cree que hay carreras científicas, como las ingenierías, que echan para atrás a las mujeres o simplemente que ellas, dentro de su libertad, prefieren ir por otro lado?
Creo que es una tontería que haya carreras para hombres o para mujeres y está ampliamente demostrado, es cuestión de querer y de poner los medios para hacerlo. Trabajando y teniendo vocación se llega perfectamente.
¿Cuando usted hizo la carrera había muchas chicas en su clase?
En Químicas era un poco distinto que en otras carreras, donde había poquísimas, nosotros teníamos a lo mejor el 40% de la promoción, no éramos pocas. Sí que recuerdo, ahora que dice eso, que cuando yo empecé a dar clase, como siempre tuve un aspecto más joven al de mi edad biológica, el primer año algunos chicos me miraban como con recelo: '¿Esta me va a dar clase?'. Pero luego estaban contentos.