La tecnología está transformando los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Sin embargo, es necesario realizar un enfoque crítico para entender si son un facilitador o un inhibidor para alcanzar las metas de la Agenda 2030
Desde que los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) fueron presentados en la Asamblea General de Naciones Unidas el 25 de septiembre de 2015, su arraigo en la agenda de gobiernos y empresas ha sido notable. A pesar de este éxito, pensamos que hay una laguna destacada en los ODS. Es el limitado protagonismo que se da a la tecnología, sobre todo cuando Klaus Schwab (fundador del Foro Económico Mundial) ha afirmado que estamos ya viviendo el comienzo de la Cuarta Revolución Industrial.
Y es que los ODS incorporan la tecnología “escondida” en el objetivo 9 y no como, en nuestra opinión, debería aparecer: como el catalizador trasversal de toda la Agenda 2030.
Por tanto, la pregunta que nos hacernos es si esa subordinación de la tecnología a un solo objetivo se debe a un “olvido” voluntario, o responde al “temor” de los creadores de la Agenda 2030 a la ambivalencia que puede representar. Veamos algunos ejemplos.
Algoritmos, Blockchain, Inteligencia Artificial
El primer caso es cómo los algoritmos pueden promover, o limitar, la igualdad de género (ODS 5). Joy Boulamwini y Timnit Gebru pusieron a prueba los sistemas de reconocimiento facial disponibles y llegaron a la siguiente conclusión. Cuando los sistemas tienen que identificar a personas racializadas, la tasa de error se dispara.
Boulamwini fundó la Algorithmic Justice League para denunciar los sesgos raciales y de género, lo que ha llevado a que grandes compañías tecnológicas cambien sus sistemas de software. Este es un ejemplo de como la tecnología tiene un efecto dual.
Un segundo ejemplo es blockchain, una tecnología que puede afectar positivamente al ODS 16 (instituciones sólidas, transparencia y rendición de cuentas)… O bien todo lo contrario. Con blockchain podemos imaginar un mundo en el que los contratos están almacenados en bases de datos transparentes y compartidas, protegidos contra el borrado, manipulación o reescritura.
Sin embargo, blockchain es también la tecnología base del bitcoin y otras monedas virtuales… Y ahí se abren nuevos debates. Para algunos autores, las criptomonedas podrían ser un remedio contra la pobreza. Podrían facilitar a personas que no pueden abrir una cuenta bancaria regular a participar en transacciones financieras. Para otros, las criptomonedas podrían empeorar el sistema, a través, por ejemplo, de evasión de impuestos en la “web oscura”, blanqueo de dinero o manipulación digital.
Otro buen ejemplo tiene que ver con el Big data y la Inteligencia artificial. Con estas tecnologías se lograría una mejora del sector alimentario y agrícola, facilitando el ODS 2 (hambre cero). Una granja inteligente permite la monitorización en tiempo real, el diagnóstico precoz de las necesidades de mamíferos y aves, y la detección temprana de imprevistos e incidentes, aumentando así el bienestar de los animales. Llevado al extremo, una aplicación masiva de la tecnología, incluyendo la ingeniería genética, pudiera facilitar la alimentación a todo el planeta, desarrollando las comunidades rurales y protegiendo el medio ambiente.
Uso intensivo y recursos ingentes de energía
Sin embargo, el uso intensivo de estas tecnologías consume cantidades ingentes de energía que impactarían negativamente en el ODS 7 (energía asequible y no contaminante) y en el ODS 13 (acción por el clima).
En este sentido, el estudio de Strubell, Ganesh y McCallum, de 2019, arroja una conclusión demoledora. Una inteligencia artificial sin “red neuronal” tiene una huella de carbono de unos 650 kilos, mientras que otra con esas características emitiría 285 toneladas. En otras palabras, la huella de carbono asociada al desarrollo de sistemas de inteligencia artificial crece proporcionalmente a su complejidad.
Además del coste energético, hay que reconocer que el incremento de la producción de alimentos de origen animal podría afectar a la conservación de los ecosistemas terrestres y a la biodiversidad, e impactar negativamente en el ODS 15 (vida de ecosistemas terrestres). Como afirma el Global Resources Outlook, de 2019, sería positivo adoptar medidas que pasarían por el cambio a las dietas con menos carne.
Otro ejemplo serían las nuevas tecnologías médicas dirigidas a mejorar el diagnóstico y a reducir los costes. Pero tenemos que preguntarnos quiénes son los beneficiarios las mejoras. Si leemos en detalle el ODS 3, veremos que se centra en resolver problemas relacionados con la salud infantil y materna en zonas de África y Asia Meridional.
Sin embargo, estos objetivos serían poco ambiciosos para los países mas desarrollados. Gracias a los avances tecnológicos ya se está pensando en perfeccionar al ser humano mediante la tecnología. Por tanto, estas tecnologías pudieran tener un efecto negativo en el ODS 10 (reducción de las desigualdades).
Hemos querido dejar para el final el impacto de la automatización y la robótica en el trabajo, que podría impactar de lleno en el ODS 6 (trabajo decente y crecimiento económico). Al usar estas tecnologías, una empresa puede reducir drásticamente la dependencia de la fuerza de trabajo humana, y esto significa que los ingresos irán a menos personas. Los accionistas de las nuevas plataformas tecnológicas están empezando a acumular una riqueza que claramente incrementa las desigualdades (ODS 10).
Estos son solo algunos ejemplos de cómo la tecnología puede facilitar la consecución de los ODS… Pero también frenarlos. Por tanto, deberíamos ir pensando ya en reformar la Declaración de Derechos Humanos para afrontar las nuevas realidades del siglo XXI y respetar, defender y proteger la dignidad humana. La responsabilidad moral aparece como el criterio último de decisión, diferente de una mera solución algorítmica o tecnológica.